Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 5 de mayo de 2025


Irala habiendo tiempo navegado El Paraguay arriba con su gente, Y al buen Nuño de Chaves despachado A que salga al Perú muy diligente, Se vuelve á la Asumpcion, que el que ha pecado No puede asegurar jamás la mente: Que no puede hallarse mejor ciencia, Ni prueba, que le iguale á la conciencia.

Salen de aquí contentos los que cuento, Diego Flores, Valdès y el Trugillano, El buen Sotomayor, por cognomento Chaves, y de la madre voz, Mediano. Con ellos, como digo, Sarmiento, Cuya quimera vana salió en vano; Al Yumiri llegaron, boca angosta, Y del reino argentino tierra y costa.

Las armas cristianas empiezan á adquirir nuevo brillo: Alfonso III fortifica á Zamora y á Toro, funda á Porto y restaura á Chaves y Viseo; y Mohammad muere disertando como filósofo , mientras sus vasallos rebeldes desafian su poder como guerrero.

Fray Diego de Chaves, acercándose a una de las ventanas, púsose a mirar hacia el campo. El monarca más poderoso de la tierra, el rey taciturno y papelero, estaba sentado en una silla frailuna, con una pierna extendida sobre un taburete y el codo apoyado en una tosca mesa de roble, anotando sin cesar, con su propia mano, pilas enormes de documentos.

Luego dijo con doble anhelo: ¡Pero mi padre!... ¡Tu padre!... dijo el bufón ¿quién sabe lo que ha sido de tu padre? Sentáos, hija mía, sentáos y escuchadme dijo el padre Aliaga. Dorotea se sentó, y esperó en silencio y con ansiedad á que hablase el padre Aliaga, que se sentó á su vez en el sillón aquel que en otros tiempos había servido al padre Chaves para confesar á Felipe II.

El bufón se sentó en un taburete de pino, y dijo á Quevedo: Ahora podemos hablar de todo cuanto queramos: mi aposento es sordo y mudo. Sentáos en ese viejo sillón, que era el que servía al padre Chaves para confesar al rey don Felipe II. Siéntome aunque me exponga á que se me peguen las picardías del buen fraile dominico dijo Quevedo sentándose.

En una de las casas de la calle de Aparicio vivía por los años de 1760 la señora doña Feliciana Chaves de Mesía. Era doña Feliciana lo que se llamaba una mujer muy de su casa y que, a pesar de ser rica hasta el punto de sacar al sol la vajilla de plata labrada y los zurrones de pesos duros, no pensaba en emperejilarse, sino en aumentar su caudal.

Seguramente ha de haber alguna flor fresca en el ramillete, pues Chaves tenía materia sobrada á mano, y no es hombre que se la reserve, al contrario de otros eruditos, que todo lo que pueden lo reservan como si ganara réditos.

Y Manuel Chaves cumplió su encargo tan liberalmente, que con aquella serie de Cosas ha podido componer el presente volumen, ya pasado en autoridad de cosa juzgada, y lo que es más, aplaudida.

»El relojero Chaves murió años hace; pero queda la relojería donde siempre estuvo, tres puertas más abajo del bazar, lo mismo que usted la conoció. Su hijo, es decir, el del relojero, que es quien está al frente de ella, sabe tal cual su obligación; y, lo mismo que su padre, hace y vende jaulas y ratoneras, y compone cerraduras finas y rosarios, y cura por el método Le-Roy, muy acreditado aquí.

Palabra del Dia

bagani

Otros Mirando