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Actualizado: 9 de octubre de 2025


Los que habitaban hoteles lujosos iban á instalarse en «villas» y chalets de los alrededores; los pobres, cansados del rancho del matadero, se enganchaban para trabajar en obras públicas del interior. Aún quedaban muchos en Barcelona, reuniéndose en determinadas cervecerías para leer los periódicos de su patria y hablar misteriosamente de los trabajos de la guerra.

Unas veces la diligencia rueda suavemente por entre tupidos bosques, basílicas perfumadas de verde y blando tapiz y elegantísima techumbre, donde la mirada se siente como aprisionada entre artesonados de verdura aérea coronando interminables columnatas de color gris ó rojizo, como parecen los mástiles de los abetos y pinos; otras se desciende al fondo de un estrecho vallecito lleno de aromas y rumores salvajes, ó salpicado de chalets y sementeras, ó colmenas de abejas domesticadas, que le dan el aspecto de un huerto caprichoso y variado; otras, en fin, al trepar á una eminencia, sobre alguna de las mas altas montañas, ó al pasar por delante de una abra de los grupos ó cordones que las forman, se registra un vasto horizonte que abarca toda la Suiza central, y se ve á lo léjos, al S.S.-E., el grandioso anfiteatro de montañas graníticas y nevadas de los Alpes berneses.

La Revolución había derribado, había robado; pero la Restauración, que no podía restituir, alentaba el espíritu que reedificaba y ya las Hermanitas de los Pobres tenían coronado el edificio de su propiedad, tacita de plata, que brillaba cerca del Espolón, al Oeste, no lejos de los palacios y chalets de la Colonia, o sea el barrio nuevo de americanos y comerciantes del reino.

La montaña se ostentaba á nuestros ojos llena de hermosura y majestad en su conjunto y de gracias y sorpresas en sus relieves, sus hondas ramblas, sus magníficos bosques, sus solitarias praderas, sus dispersos chalets y sus mil rasgos interesantes.

El viajero, torciendo hácia el N. O., comienza á trepar las faldas pedregosas, áridas y tristes y los boquerones abruptos que médian, en la serranía del «Brevent» y las Agujas-Rojas, entre la hoya del Arve y la del Trient, tributarios del Ródano en sentido opuesto. La vegetacion artificial, las rústicas praderas y los graciosos chalets ó casas de campo alpinas, han desaparecido.

Y las señoras de Gallarta, las esposas de los contratistas, antiguas aldeanas que se aburrían en sus flamantes chalets construidos en las afueras del pueblo, sentían enfermedades nunca sospechadas en tiempos anteriores, sólo por el gusto de hablar con el doctor, que á más de su ciencia llevaba con él algo de la grandeza de Sánchez Morueta y de las altas clases de Bilbao hasta las cuales soñaban con llegar algún día.

Los techos y las paredes de los elegantes chalets relucen como si los limpiaran cada mañana.

Mas arriba recorre la zona de los pintorescos chalets, de las queserías, las praderas cubiertas de ganados, la vida y las costumbres apacibles del pastor.

A nuestra izquierda se extendia, hácia el N.-E., lo que se llama el valle, que es una sucesion de planos inclinados, ascendentes hácia lejanas neveras, muy accidentados y cubiertos de aldeas y chalets en gracioso desórden, pequeñas praderas y muchas plantaciones de legumbres, árboles frutales y cereales.

Dentro de sus nuevos y elegantes chalets no eran menos originales aquellos ricos, que aún guardaban la boina y los zapatones del obrero.

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