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Su capital, Basilea, tiene muchas y respetables casas de comercio, caminos de hierro á Francia, Alemania y centro de Suiza, bancos y establecimientos industriales, muchas relaciones comerciales y riqueza y prosperidad siempre crecientes. Excelentes fábricas de papel y seda: se fabrican instrumentos de música.

La ciudad de Honda es el límite ó centro de dos regiones enteramente distintas: hácia el sur y el oriente las admirables comarcas del alto Magdalena; hácia el norte las soledades infinitas, los desiertos ardientes y la monótona uniformidad del bajo Magdalena.

Zona circumpolar boreal=. La zona circumpolar boreal comprende las estrellas invisibles en el horizonte de Buenos Aires. En el centro de ella se encuentra una estrella de magnitud denominada la Polar por efecto de su proximidad al polo celeste boreal. Esta es la más brillante de la constelación de la Osa menor.

Efectivamente, el centro se preparaba a una defensa valerosa, y guarnecía sus baterías, distribuía los regimientos a un lado y otro, agrupando a retaguardia fuerzas considerables de caballería.

Todas las impuras corrientes de las calles se dirigen hacia un centro común que, con frecuencia, suele ser el del antiguo arroyo, de modo que la ciudad se parece á esos pólipos cuyo único orificio se abre alternativamente para la defecación y el alimento.

También me guardan mesa en el comedor, en el mejor sitio, a la derecha del caminito del centro, que es donde se coloca la «haut», toda la gente conocida. Es muy difícil conseguir este sitio; todos quieren estar allí, aunque no sean conocidos... Para serlo. Claro; así se va sabiendo que existen.

En cada una de las cuatro esquinas de la plaza, que es bastante espaciosa, hay una capilla; el centro está ocupado por una grande cruz rodeada de hermosas palmeras cuchis; en los costados se ven las numerosas casas de los indios, puestas en hilera y colocadas del modo mas conveniente para facilitar su ventilacion.

En el centro de aquel templo fantástico, iluminado por lámparas de plata, resplandecía la estatua colosal del hijo de Devaki. Morsamor, conducido por Narada, había admirado todo aquello.

La portación del viático a un moribundo, desfilando de día con cirios o faroles encendidos, repicando campanillas por el centro de la calle, las gentes azoradas que se hincaban a rezar a la vista o al ruido de la eternidad que pasaba en procesión fúnebre encabezada por el cura, y el resto en la capilla mortuoria del hogar angustiado, hacían la impresión macabra de las ejecuciones capitales en la plaza pública, también con sacerdotes, con reo en capilla, y marchas fúnebres, y espectadores conmovidos.

Aquella señora entendía la devoción de un modo que podría pasar en otras partes, en un gran centro, en Madrid, en París, en Roma; pero en Vetusta no. Confesaba atrocidades en tono confidencial, como podía referírselas en su tocador a alguna amiga de su estofa.