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Actualizado: 1 de julio de 2025
Ella, ya en plena posesión de sí misma y sabiendo por Catana la orden dada por su padre contra los dos Pérez de la botica, le preguntó, muy serena, al tercer día del percance gordo: ¿Sabes tú por qué no han vuelto por aquí esos señores? ¿Qué señores? preguntó a su vez don Alejandro, descubriendo en su turbación que por demás sabía de qué sujetos se trataba.
Es, como si dijéramos, la huerta de esta casa... Vuelve a subir el terreno después de una larguísima hondonada, pero con otro ropaje más basto y más bravío, y acaba en una gran mancha verdinegra que se esparce a un lado y a otro... Eza mancha jué lo negro que yo vide. dijo Catana sin poderse contener.
Pues son mis hermanos y mi hermana Lucrecia, y yo; yo sin pelo de barba todavía, pero con mis dos ojos cabales... con los que tú me alcanzaste aún, Catana, en época bien memorable para mí... Pero no hablemos de esto, canástoles, que es muy amargo y muy duro de digerir... Corriente.
Lo presumía respondió Fuertes , y por eso no me ha chocado oírle a usted decir que anduvo buscándome por toda la villa... Porque yo estaba dentro cuando ustedes llegaron, y sabía lo que había de suceder, si llegaban, desde un rato antes por haber oído el recado que dio don Alejandro a Catana... Situaciones que el demonio prepara y no puede uno remediar. Al caso.
Aguarde usted un poco. ¿No le sabría mejor el tabaco mojando la punta en ron, pongo por caso, o en coñac? Es posible, o en un chapurradito de los dos. No había dado yo en ello, ¡vea usted! ¿Sabe usted si lo hay en casa? Respondo de que vino a ella un buen surtido de esa clase de menesteres. ¡Catana! ¡Catana!... ¡El ron y el coñac... y unas copitas con ello! Visitas
Yo no, papá, contestó Nieves al punto y sin la menor traza de engañarle . Es decir: por de pronto, me gusta esto mucho, muchísimo; lo que hay es que no conozco lo otro que le parece mejor a Catana, y pudiera serlo. ¿No es así, Catana? Asín, respondió Catana, acentuando la palabra con la cabeza.
También le llamaba mucho la atención Catana. Juraría que se cruzaban entre las dos ciertas ojeadas recelosas de tarde en cuando... Además, la rondeña paraba en el comedor lo menos que podía, huyendo siempre de encontrarse con la mirada de su amo.
Se queda en «mis comparientes de Sevilla» o «los comparientes de Peleches». Bien: ¿y qué? Aguarde usted un poco... ¡canario, qué ricamente está hecho este café! Como obra de las manos de Catana, que no tienen igual para eso. También está rica la mantequilla... Esa es de primera aquí: recuerden lo que les dije de la leche. Pues a lo que íbamos.
Ya lo oyes, Catana: lo mismo que nosotros... Y respondiendo ahora a cierta indirecta pregunta que usted nos ha hecho, le digo que lejos de echar en falta cosa alguna en esta casa para nuestra comodidad, todo lo hemos hallado en su punto y lleno de motivos de agradecimiento y de aplauso a la previsión, al acierto... en fin, que ha hecho usted milagros... ¿No es así, Nieves?
Palabra del Dia
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