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Actualizado: 28 de septiembre de 2025
Su barbarie llegó a ser proverbial en las clases; los alumnos todos celebraban con risas y pataleo los dislates que decía en sus lecciones, y el maestro mismo, cargando sobre él el peso de su desdén pedagógico, solía decir, reprendiendo a cualquiera de los alumnos: «Eso no se le ocurre ni al mismo Rufete. Eres más tonto que Rufete».
La tarde era espléndida, una linda tarde de otoño, fresca y luminosa. Hormigueaba la multitud en la ancha calle; puertas y ventanas estaban cuajadas de muchachas bonitas, y era aquello un conjunto de gentes festivas y alegres, tan pintoresco y hermoso, que no le olvidaré jamás. Unas que iban bulliciosas y parlanchinas; otras, que volvían cansadas, arrepentidas, cargando el cesto de la comida.
Así iba la hermandad siguiendo su obra meritoria y prestando señalados servicios, cuando un día de los comienzos de 1591 se presentó en la casa de la hermandad el veinticuatro don Juan Pérez de Guzmán y con dos ó tres alguaciles se apoderó por fuerza de cuanto allí había, llevándose cuarenta niños que á la sazón estaban recogidos y cargando con las camas, las mantas y demás menaje, así como con algún trigo, cebada, garbanzos y habas, que había sido adquirido por el administrador.
Si este estado de cosas continuase, ¿qué será de las Filipinas dentro de un siglo? Los acumuladores se van cargando poco á poco, y si la prudencia del Gobierno no da escape á las quejas que se concentran, puede que un día salte la chispa.
Los otros, lejos de asustarse por la detonación, que para ellos debía de ser cosa nueva y desusada, pues que los papúes no usan armas de fuego, ni tampoco por la muerte de su compañero, saltaron al banco dirigiéndose hacia la chalupa. ¡Valor! volvió a exclamar el Capitán, cargando precipitadamente el fusil. El asalto fué tremendo.
Que ya era tiempo que las maldades de Rocafort tuviesen castigo, y sus trabajos y peligros fin que pues él era la suprema cabeza pusiese el remedio conveniente, y diese satisfacion á tantos agraviados. Tibaldo como solo y forastero, temiéndose que no fueran echadizos de Rocafort para descubrir su animo, respondió con palabras equívocas, ni cargando á Rocafort, ni desesperándoles á ellos.
Hoy la víctima y verdugo Se han mirado frente á frente, Y van en batalla ardiente A deslindar la cuestion. ¡Oh señor, tú que los orbes Sustentas entre tus manos, Dispénsale á mis hermanos Tu divina proteccion! Toca el clarin á la carga Y cargando á los esclavos Se arroja el pueblo de bravos Con alientos de titan. Viva la Patria! Victoria!
Su madre le había desvanecido los escrúpulos de una vez, cargando con ella, entre veras y chanzas, por todo razonamiento y poniéndola donde y como estaba. ¡Y aún me pedía perdón por el atrevimiento la candorosa mujer!
¡Oh, por lo que he oído!... añadió lanzando una carcajada que resonó como el trino de un ruiseñor. Oliverio es un charlatán exclamé. De ninguna manera charlatán. Ha hecho bien en advertírmelo; sin él le atribuiría a usted una pasión desgraciada, y ahora ya sé lo que le preocupa: se trata de rimas añadió cargando la voz sobre la última palabra, que resonó de lejos como una alegre impertinencia.
Provincias enteras venían del desierto cargando con sus cebollas para alimentarse; viejos, jóvenes y niños trabajaban acarreando piedras, labrándolas y cargándolas sobre sus hombros, bajo la direccion del látigo oficial; y despues, volvían á sus pueblos los que sobrevivían, ó perecían en las arenas del desierto.
Palabra del Dia
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