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Actualizado: 20 de junio de 2025


Encerrado como un crustáceo en este caparazón de corcho, manteníase lejos de la mesa a causa del volumen de su envoltura, teniendo que realizar todo un viaje cada vez que sus manos iban de los platos a la boca. Un asombro burlesco le había saludado con ruidosa ovación, y satisfecho de tal triunfo, aguantaba el martirio, siendo el primero en admirar su prodigiosa inventiva.

Las que viven en los bosques de la cadena del Himalaya dan doscientas cincuenta libras de carne, sin contar el peso del caparazón, que es respetable; pero las más grandes son las llamadas elefantinas, que se encuentran en África, en el canal de Mozambique, en la isla de Madagascar y en las de la Reunión y Borbón.

Viéndose en el mundo vulgar, como simple mujer de labrador, después de haber sido primera dama en el Paraíso, tuvo que hacerse á toda prisa un manto de hojas secas que la protegiese del frío y le permitiera mostrarse con un aspecto de persona decente ante los seres celestiales.... Pero ¿cómo puede una señora tener buen aspecto llevando siempre el mismo vestido?... Esto equivalía, además, á colocarse al mismo nivel de los animales inferiores, que desde que nacen hasta que mueren llevan siempre el mismo pelaje, las mismas plumas ó el mismo caparazón.

Le mostró la entrada de la Comisaría, una puertecita algo más abajo del gran portalón de la Facultad. Allí, a las cuatro. Y se fue sonriente, sin que el dolor de su camarada arañase el caparazón de indiferencia con que parecían acorazarle las desdichas humanas. Por la tarde abandonó Feli su casa. Fue una marcha lenta, que hizo sufrir mucho a Maltrana.

Transcurrió una hora sin que ocurriese en el buque nada extraordinario. Abajo en el comedor retiraban los sirvientes las mesas, preparando el salón para el baile. Las máscaras paseaban por la cubierta. Sus dos calles parecían las de una ciudad en Carnaval. El señor disfrazado con el salvavidas tomaba su café tranquilamente, sin abandonar el caparazón de corcho.

Al borrarse instantáneamente la visión blanca, columbró la agitación de un pañuelo y creyó oír un gemido. Los andenes de la estación estaban desiertos, lóbregos. Sólo brillaban las estrellas rojas de unos cuantos faroles, astros perdidos en las tinieblas, bajo el enorme caparazón de hierro de la techumbre. En la vía central una locomotora y un vagón, que, aislados, parecían un juguete.

Con ellas apretaba al cangrejo contra su boca, inyectando bajo su caparazón el producto venenoso de sus glándulas salivares, paralizando todo movimiento de resistencia. Luego se lo tragó lentamente, con una deglución de boa. ¡Qué hermoso! dijo ella.

Cuando ya no quedó nada que sacar, unos señores que se llaman crédito público buscaron un hombre de bien para guardar el convento, es decir, el caparazón. Oyeron hablar de mi hijo, y vinimos a establecernos aquí, donde yo vivo con ese hijo, que es el único que me ha quedado. Cuando entramos en el convento, salían de él los padres.

Su venera, su espada, el joyel de la gorra, chispeaban en la penumbra. Al moverse dejaba oír rumores de metal y de seda. Seguro estoy dijo soberbio, increpando a su hermano, después de haber saludado al canónigo que reñíais a nuestro padre. Así es verdad contestó el hidalgo; me reñía porque os enviaba ese caparazón, con que me obsequia el alcalde de Toledo. El lacayo se adelantó a ofrecérselo.

Como recuerdo de su vida en las selvas, llevó á Buenos Aires cuatro cocodrilos del gran río Paraguay, llamados yacarés con el caparazón relleno de paja, y una serpiente boa de varios metros de lorgitud, cuyo vientre había sido atiborrado de hierbas por los disectores indígenas.

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