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Actualizado: 20 de junio de 2025
El doctor recordaba ciertos mariscos que, segregando el jugo de su cuerpo, forman la concha, el caparazón que les sirve de vestido y defensa. El español no tenía otro jugo que el de la intolerancia, el de la violencia. Así le habían formado y así era. En otros tiempos, el caparazón era negro; ahora sería rojo; pero siempre la misma envoltura:
Las casas desaparecían entre el oleaje de torres, cúpulas y ábsides. Era imposible volver la vista a punto alguno sin tropezar con parroquias, iglesias, conventos y antiguos hospitales. La religión había absorbido al Toledo industrioso de otros siglos, y aún guardaba bajo su caparazón de piedra a la ciudad muerta. En algunos campanarios ondeaba un banderín rojo con un cáliz blanco.
Los troncos, esbeltos y altísimos, tenían en su remate una copa reducida, pero su enorme cantidad formaba una compacta masa verde, una bóveda que mantenía al suelo en perpetua sombra. Al filtrarse los rayos de sol por el caparazón de hojas, llegaban a la tierra húmeda como varillas de oro atravesando oblicuamente la penumbra del subterráneo.
Los que nacen en períodos de paz, cuando la humanidad permanece en calma y el salvajismo prehistórico dormita dentro del caparazón formado por las civilizaciones, son dichosos; tan dichosos como los que vienen á la vida en una casa poderosa y se ven exentos de batallar por la subsistencia.
El camarote parecía formado con secreciones de su ser: era un caparazón, una concha que iba con él de un extremo á otro de los océanos, caldeándose con las altas temperaturas del Trópico, cerrándose con un calafateo de cabaña esquimal al aproximarse á los mares fríos.
De tarde en tarde encontraba el buque praderas flotantes, extensos campos de algas despegadas del mar de los Sargazos. Tortugas enormes dormitaban hundidas en estas hierbas, sirviendo de isla de reposo á las gaviotas posadas en su caparazón.
Este animal oceánico de férreo caparazón tenía un alma que se escapaba normalmente por aquella torre con una respiración acompasada, o mugía con la furia del instinto en las noches de peligro ante el escollo cercano o la densa niebla. Sus compartimientos interiores parecían sensibles a la influencia del ambiente, como las mucosas de un organismo animal.
El molusco era nuestro abuelo venerable, el jefe de la casa, el creador de la dinastía, el antecesor, cargado con una nobleza de millones de siglos... Estas ideas resucitaban ahora en Febrer, con la frescura de verdades indiscutibles, al contemplar los seres inmóviles y rudimentarios encerrados en su caparazón, agarrados a las rocas, debajo de sus pies, en las profundidades del verde cristal tembloroso entre los escollos.
Y al fin Montiño se vió delante del tío Manolillo, que con los ojos como brasas, amenazador, terrible, le mostraba una escudilla de madera en la cual había algunos berros, y los muslos, las patas, los alones y el caparazón de una perdiz, todo verde, como los berros sobre que estaba.
Y cuando al fin se dejaba coger, aparecía, lo mismo que una tortuga en su caparazón, bajo las vueltas del cable con que le habían sujetado sus aprehensores. El barbero se ensañaba con él, prolongando las bárbaras operaciones de aseo, y los negros libraban un verdadero pugilato para no dejarle salir de la piscina. Herr Maltrana.
Palabra del Dia
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