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Actualizado: 2 de junio de 2025
23 Quita de mí la multitud de tus cantares, que no escucharé las salmodias de tus instrumentos. 24 Antes corra el juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo. 25 ¿Por ventura me ofrecisteis sacrificios y presente en el desierto en cuarenta años, casa de Israel? 26 Y ofrecisteis a Moloc vuestro rey, y a Quiún vuestros ídolos, la estrella de vuestros dioses que os hicisteis.
Testimonio de esto da, en la antigua India, aquella égloga bellísima en que Yayadeva pinta los amores de la gentil pastora Radha y del Dios Crishna, que toma la figura del pastor Govinda para enamorarla: y no menos brillante testimonio da entre nosotros El Cantar de los cantares, donde los terrenales amores de Salomón y de la Sulamita vienen á sublimarse y á convertirse en los de Cristo con la Iglesia, y en los del alma con su Hacedor.
El dueño de aquella casa era don Gaspar Villarroel, caballero viudo, riquísimo propietario de haciendas en casi todas las regiones de España, accionista del Banco, tenedor de sumas enormes en dollars norteamericanos, en cuatros de la Deuda francesa y en treses de la de Inglaterra: y aquellas sombrillas olvidadas, las labores que por las ventanas se veían y los cantares llenos de poesía eran de Helena, su hija única, de veinte años, que andando el tiempo había de ser muchas veces millonaria.
No está, pues, lo ininteligible de una obra en lo misterioso, exotérico o recóndito que se aspire a hallar en ella. Basta con que lo exotérico, el sentido directo, tenga un valor y un significado. Y la segunda parte del FAUSTO le tiene. ¿Es ininteligible, es oscuro, es tenebroso el Cantar de los Cantares? Para un profano cualquiera nada hay más inteligible.
Su sangre era limpia como el diamante. Además, estaba destinado a recibir uno de los más opulentos mayorazgos de Segovia. Pensó sin inquietud en los mancebos de las otras familias, demasiado seguro de no ser sobrepujado por ninguno de ellos en saber, en ardid, en denuedo. La gloria volvía a sonreírle cual una esclava impaciente y desnuda, ofreciéndole sus brazos, su fascinación y sus cantares.
El Cantar de los cantares es un admirable libro simbólico, me dijo. ¿Y no has leído más? Sí; sí, señor, los sermonarios de Bossuet y de Fenelón. ¿Y nada profano? Sí; sí, señor, la historia universal de Anquetil, el Telémaco, el padre Mariana y las poesías de nuestros clásicos. ¿Y novelas?
Y después de versos tan melancólicos, los cantares concluyeron con éste que lo era más aún: Todos estos villancicos antiguos son de origen español, dijo el cura, y yo advierto que la tradición los conserva aquí constantemente como en mi país.
Musa epigramática y cancionero festivo popular, en donde figuran los más célebres epigramas de autores antiguos y contemporáneos y los más intencionados y alegres cantares del pueblo, etc., etc., con un razonado e interesante prólogo de D. Eduardo Bustillo, 1882, 8.º; 2 pesetas en toda España.
Así las cosas, cuando ocurrió una novedad grandísima, que contribuyó a glorificar el reinado de Salomón más todavía. Además de los libros que conocemos, Salomón escribió otros muchos que se han perdido. Compuso tres mil parábolas y mil y cinco cantares, y disertó sobre árboles y plantas, desde el cedro hasta el hisopo que nace en la pared, y sobre aves, cuadrúpedos, reptiles y peces.
Llegan en alas del viento melancólicos cantares, y el eco de la campana que á un tiempo en la aldea tañen... Y es que los hombres tambien al ver el dia alejarse, sienten la misma tristeza que los campos y las aves, y cantan ó rezan... ¡Ay! ¡quién pudiera acompañarles, y cantar con los dichosos y orar con los miserables!
Palabra del Dia
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