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Actualizado: 12 de octubre de 2025
Un hombre que se deja en un distrito de cincuenta mil duros para arriba es, indudablemente, un hombre que favorece al distrito, y el pueblo, agradecido, debe votarle... A no ser que el candidato contrario se deje lo doble. Un lector me envía la siguiente carta: «Sr. D. Julio Camba.
Naturalmente hablaban de la batalla próxima, del candidato y de otras particularidades referentes a la elección. El arcipreste lo veía todo muy de color de rosa, y estaba tan cierto de vencer, que ya pensaba en llevar la música de Cebre a los Pazos para dar serenata al diputado electo. Don Eugenio, aunque animado, no se las prometía tan felices.
Que somos unos estafermos y que no servimos para nada. ¡Perder una elección! Es la primera vez de mi vida. No. Que escogimos un candidato muy simple. Hablando en plata, eso es lo que dirá la Junta de Orense. Poco a poco exclamó el arcipreste dispuesto a romper lanzas por su caro señorito . No estamos conformes....
Dióse al candidato, por aclamación, la presidencia de la mesa, y sentáronsele a cada lado tres de su estado mayor y seis de los subalternos.
Si suben a un tramway tratan de rodear a la persona que han elegido por víctima, y allí son los empujones por el menor motivo, los codazos, los pisotones, con el objeto de distraer al desgraciado candidato y facilitar la obra del artista.
Para ello, anunció con dos días de anticipación a la familia, que el viernes debía dormir en Sarrió, a causa de una sesión del ayuntamiento, que presumía había de ser borrascosa. De nada menos se trataba que del nombramiento de uno de los dos médicos del partido, que la corporación municipal pagaba. Los de Maza tenían su candidato y los de don Rosendo también.
En los países donde el peligro, más que en combatir al enemigo, consistía en tener que sufrir hambre, frío, intemperie, el candidato al título de hombre era abandonado en el bosque sin alimento, sin vestidos, expuesto al cierzo y á las picaduras de los insectos: tenía que permanecer allí, inmóvil, altivo y plácido el rostro, y después de varios días de espera había de tener aún bastantes fuerzas para dejarse atormentar sin quejarse y asistir á una abundante comida sin adelantar la mano para coger su parte.
En vano intentaron aclararla el candidato y sus amigos, confortado ya el primero y secos los segundos al calor de la lumbre. El hidalgo no se franqueaba. Esto era un mal síntoma para ellos.
Insistia el Ministro, y volvia á escusarse el candidato. Por fin cansado Galvez de la resistencia que encontraba en su protegido, mudó de conversacion, y le preguntó en qué estado habia dejado sus haciendas.
Acudiéron en número de sesenta y quatro. Estaban los músicos en una sala inmediata, y dispuesto todo para un bayle; pero estaba cerrada la puerta de la sala, y para entrar en ella habia que atravesar una galería bastante obscura. Vino un uxier á conducir uno tras de otro á cada candidato por este pasadizo, donde le dexaba solo algunos minutos.
Palabra del Dia
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