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Pues que el decreto de disolución se retrase unos meses más, y con lo cara que está la vida, España se morirá de hambre. Es preciso acabar con esta leyenda de que un candidato no es importante más que como un diputado en potencia. Lo importante no es el diputado, sino el candidato. Lo importante no es el Parlamento, sino el período electoral.

Buscólos en sus casas acto continuo; citáronse para el mediodía en la del candidato, y en ella se discutieron ampliamente los preliminares de la batalla.

El candidato era una excelente persona de Orense, instruido, consecuentísimo tradicionalista, pero sin arraigo en el país y con fama de poca malicia política. Sus mismos correligionarios no estaban a bien con él, por conceptuarle más hombre de bufete que de acción e intriga.

Pero usted, Tarlein, ¿cree usted que el Duque no tiene ya elegido candidato al trono, el candidato de la mitad de los habitantes de Estrelsau? Tan cierto como hay Dios, Rodolfo pierde la corona si no se presenta hoy en la capital. Cuidado que yo conozco a Miguel el Negro. ¿No podríamos llevarlo nosotros mismos a la ciudad? pregunté. Bonita figura haría dijo Sarto con profundo desprecio.

El ha rehusado con una altivez que no me atrevo a calificar; dice que donde se le ha esquivado la primera vez, no quiere, a ningún precio, solicitar la entrada nuevamente; como no es posible nombrar un candidato que no visite de nuevo a los académicos, no creo, por lo tanto, que se le nombre a él.

Con un candidato invisible, descuidado, flojo; con un enemigo tan fuerte, tan único, tan modelo y tan fénix entre los representantes del pueblo, había logrado vencer, y vencer por una gran mayoría.

Yo bien, gracias a Dios dijo el Mayorazgo sin hacer un gesto. ¿Usted fuma? le preguntó el candidato sacando la petaca. Algunas veces, si el tabaco es bueno respondió el otro. Pues ahí va uno de la Vuelta de Abajo. Se estima refunfuñó el obsequiado mordiendo la punta. Y ¿qué tal andamos por acá? preguntóle el candidato, deseando arrancar siquiera un gesto de interés a aquel pedazo de bárbaro.

»Sea usted muy circunspecta; proceda con mucho tiento, y no olvide que va en ello su felicidad... ¡Ah! Si yo estuviera en París la guiaría como un hermano cariñoso, y a fe que habría de ser bien descontentadizo y que sería preciso que el candidato a su mano reuniese en su persona prendas no muy comunes para que yo le apoyase... »A usted, Antoñita, nada le falta.

Había trabajado como un perro por la candidatura del partido repartiendo papeletas a las puertas de los colegios, tuvo una disputa con un municipal que le quería llevar atado, y lo sufrió todo... todo por el partido y el candidato... y ahora le ofrecían como recompensa un puesto de peón en el adoquinado, nueve horas de trabajo al sol y siete reales.

Don Acisclo consiguió que se quitase la mesa de dicho lugar y que se diese a Villafría, población más céntrica y cómoda, según él demostró. En Villafría estaba seguro don Acisclo de que volcaría el puchero en favor de D. Jaime. Volcar el puchero significa poner o colgar todos los votos posibles al candidato a quien se quiere favorecer.