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Sus cabellos, no obstante, se conservaban negros lo mismo que el lunar, y era que ella perseguía las canas como si fueran liberales, y no daba cuartel a ninguna, siendo tan implacable con ellas, que cuando vinieron en tropel y no pudo arrancarlas por temor a quedarse en el puro casco, las disfrazó vistiéndolas de luto para que nadie las conociera.

Los habia de dos especies, y se criaban en cañas mas corpulentas que los robles: En muy poco difieren sus sabores: Estando el uno y otro derretido, Manteca fresca á mi me parecia; ¡Mas sabe Dios el hambre que tenia!

A la vista del niño, cualquier viejo tapiz se puebla de seres animados. ¡Con qué sencilla fe contempla sobre los viejos y apolillados lienzos la imagen de Syrinx extendiendo aún los brazos, cuando ya está convertida á medias en grupo de cañas, Procrios echando raíces para convertirse en álamo, ó la ninfa Byblis fundiéndose en llanto, para correr eternamente en forma de fuente!

¿Quién eres, fiera ilusión, Que mis sentidos espantas? Sombra ó prodigio, ¿quién eres? El desengaño; ¿no hablan Por estas empresas todas Que miras? Cuenta mis canas, Cuando no puedas mis ojos, Y mira atrás con qué cara Doy carta de pago al mundo. ¿Dónde caminas?

19 Rodeó al lado del occidente, y midió quinientas cañas de la caña de medir. 20 A los cuatro lados lo midió; tuvo el muro todo alrededor quinientas cañas de longitud, y quinientas cañas de anchura, para hacer separación entre el Santuario y el lugar profano. 1 Me llevó luego a la puerta, a la puerta que mira hacia el oriente;

Pero ¿por qué me pides que envilezca del noble viejo las altivas canas, que su terrible maldicion merezca, si para que tu raza se ennoblezca tienes allí las huestes castellanas?

Así decia la vieja con toda aquella autoridad que su prudencia y sus canas le daban, y miéntras estaba aferrando áncoras un navichuelo que traía un alcalde y dos alguaciles; y era esta la causa de su arribo. No se habia equivocado la vieja en sospechar que el ladron del dinero y las joyas de Cunegunda en Badajoz, quando venia huyendo con Candido, era un frayle Francisco de manga ancha.

En su choza de cañas, construida por él mismo, no hay nada que no sea obra de sus manos, desde la hamaca tejida con mimbres, y las tres piedras negras reunidas en forma de hogar, y los troncos de tamarisco dispuestos en forma de escabeles, hasta la llave y la cerradura de madera blanca con que se cierra esta extraña habitación. Este guarda es por lo menos tan extraño como su residencia.

En mis excursiones por uno de los pintorescos ríos de la contra-costa de Tayabas, que desembocan en el Pacífico, vi deslizarse pesadamente una balsa de cañas, sobre las cuales tranquilamente dormía un indio.

Se distinguían perfectamente las palmas de coco, las cañas de azúcar, las sensitivas gigantes y hasta los arbustos. La tierra toda hasta la misma orilla del mar estaba cubierta de espesísimos bosques.