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Actualizado: 27 de julio de 2025


Nunca, que yo sepa, se ha cerrado á vuestra majestad la puerta de la cámara de su majestad, ni yo, como camarera mayor, lo hubiera permitido. ; pero yo creo que las paredes de la cámara de la reina oyen. Podrá suceder respondió la duquesa con intención , si las paredes de la cámara de su majestad tienen pasadizos como ese. Y la duquesa señaló la puerta secreta que había quedado abierta.

Butrón hizo una profunda señal de asentimiento, y la duquesa, ya amansada del todo y queriendo remediar su anterior arranque, dijo vivamente: ¿Pero podías creer otra cosa? Y cogiéndola la muñeca en que traía la pulsera de Isabel II, besóle la mano con gran cariño, diciendo: Si fueras camarera de la Cisterna merecerías que se te volviese un grillete esta pulsera.

Encontrábase entonces la camarera mayor en el dormitorio de la reina, buscando con una bujía que había tomado del oratorio, por todas partes; su vista estaba maquinalmente fija en el voluminoso lecho, y una idea siniestra, una tradición obscura, que reposaba como otras tantas en el seno del alcázar, vino á herir su imaginación.

¡Eso es otra cosa! replicó con fresquísima naturalidad la duquesa . Pero la enormidad que le atribuyes sería peor que una culpa; sería una pifia...¡Camarera mayor de la Cisterna!... ¡Qué ridiculez!... Mira que lo de buena tinta...

Butrón, un cigarro dijo, y con el aplomo de un veterano, de repente, sin preámbulos, hizo estallar esta bomba: Está nombrada la camarera mayor de Palacio. La sorpresa hizo saltar de sus asientos a damas y caballeros, y desapareció como por ensalmo la jaqueca de la duquesa. ¿Quién es?... Pero ¿quién podía ser?...

El duque tenía en su casa un convite de Estado, y era de esperar que aquella noche no viniese á palacio; la camarera mayor estaba retenida por las obligaciones de su cargo en el alcázar hasta la hora de recogerse la reina, que era bastante avanzada; urgía avisar al duque, pero la dificultad estaba en procurarse un intermediario de confianza.

Por fin exclamó, precipitándose sobre la reja: Pero ese infernal gitano ha sabido eso por alguna camarera de mi mujer... o bien es que... No, señor Pérez, no repuso el gitano ; lo he sabido por el capitán de fragata que usted recibía en su casa, en Sevilla, porque ese capitán... era... ¡Acaba, pues, malvado! ¡Era yo!... ¿Ya está bautizado su hijo, señor?

El rey leyó: «...pero lo que no conseguiríais del duque de Lerma ni de la camarera mayor, esto es, hablar con su majestad la reina en su misma cámara, sin temor de ser escuchados por nadie, va á procurároslo quien, no sirviéndoos por interés alguno, sino por su lealtad, os oculta su nombre.

Pues es muy extraño; me preguntas por su majestad, y yo acabo de recibir esta carta de manos de una dueña de palacio. Tomó la carta Juan Montiño, la leyó, se puso pálido y se echó á temblar. ¿Y de quién creéis que pueda ser esta carta? Carta que viene por la condesa de Lemos, debe haber pasado por las manos de la camarera mayor, que debe de haberla recibido de la reina.

En ella, el marqués de Villamelón, de acuerdo con su esposa, pedía para esta, por medio del ministro de Ultramar, el puesto de camarera mayor de la reina, con las dos condiciones indicadas antes por Martínez: la Secretaría particular de don Amadeo para Juanito Velarde y los seis mil duros de sueldo para la dama misma.

Palabra del Dia

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