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Actualizado: 4 de junio de 2025
Solo visité con mis compañeros unas cinco, al acaso, entrando en cada callejón á la primera quo se nos ofrecía. Una puertecita angosta, de unos 160 centímetros de altura, está ajustada á la roca y se abre sobre una salita cuadrada de poco mas de 2 metros por lado.
En la sombra del Ministerio de Ultramar la esperaba un hombre que la detuvo un instante: diéronse las manos y siguieron juntos. «Hola, hola se dijo Maxi acechando , ¿belenes tenemos?». Y viéndoles ir por el callejón adelante, una idea o más bien sospecha encendió en él vivísima curiosidad.
El callejón de la Cara de Dios contenía más de trescientas personas; y la algarabía era tan grande, que no se podían distinguir claramente las voces pronunciadas por los más exaltados, los mueras, los vivas con que la multitud trataba de infundirse á sí misma animación y bríos.
Todo el mundo hablaba en aquellos meses del bloqueo de los Dardanelos. Los buques que surcaban el Mediterráneo, lo mismo los mercantes que los de guerra, trabajaban para la gran operación militar que se iba desarrollando frente á Gallípoli. El nombre del largo callejón marítimo que separa Europa de Asia estaba en todas las bocas.
Desea remediar el mal de vuestra merced, con quien le importa conferenciar en seguida. ¿Quiere vuestra merced seguirme? Mutileder no halló motivo razonable para decir que no, y siguió al pajecillo. Siguiéndole por calles y callejuelas, que atravesaron rápidamente, llegó nuestro héroe protobermejino a una puertecilla falsa y cerrada, en el extremo de un callejón sin salida.
La humanidad estaba en una especie de callejón sin salida. Se realizaban grandes progresos materiales; pero el alma humana, merced á la enseñanza dada por los hombres, continuaba siendo un alma primitiva, un alma brutal, semejante á la de las fieras, y tal vez peor, ya que las fieras no conocen la hipocresía ni saben llorar sobre el cuerpo de sus víctimas.
En la casa le decían constantemente que no estaba; paseaba de largo á largo la calle sin verle aparecer; llegó la noche, y á eso de las diez vió salir á las mismas tres personas de la noche anterior. Eran ellos. Bozmediano, padre é hijo, y el otro militar salieron por una puerta que se abría á un callejón obscuro, y se encaminaron á la plazuela de Afligidos, dando un gran rodeo.
Por un callejón que entonces era intransitable por lo pendiente, y hoy es inaccesible porque forma ángulo recto con la bóveda celeste, echaron nuestros personajes á paso de carga, y no se detuvieron hasta llegar á una pequeña barraca, incrustada entre un murallón de San Felipe y otro del Cristo de la Catedral, en cuyo estrecho recinto se veían amontonados diversidad de objetos, clasificados con la mayor escrupulosidad, y todos de la especie de los que ya Pipa había recibido de manos del neófito.
Arrancándose a la emoción deliciosa en que la había sumido la declaración espontánea de Raúl, se había dominado valientemente y, mostrándole el callejón sin salida en que iba a meterse imprudentemente, la habló el lenguaje imperioso de la razón y del deber. Todo les separaba, nombre, posición y fortuna.
¿Pues qué no había más que educar un hijo en las más sanas y virtuosas creencias y hacer de él un personaje, para que después llegase una correntona peor mil veces que las que por dinero hacen porquerías en un callejón para llevársele con sus manos sucias? ¿Qué había creído la hija del descamisado?... ¡Rabia! ¡Palidece de pena, al ver que se te va para siempre!
Palabra del Dia
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