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Actualizado: 16 de junio de 2025
Pero el Cardenal permanecía callado. ¿Si, Eminencia? insinuó de nuevo el letrado. La verdad era que el Cardenal Diácono de la Basílica de Santa María de las Rosas estaba perplejo; no encontraba a quién nombrar heredero.
¡Qué largas y qué tristes iban a ser las veladas de invierno pasadas junto al hogar en que él atizaba el fuego, manteniendo con su donaire la conversación! ¡Qué monótonas habían de parecerle las noches de verano! ¡Qué callado el silencio cuando no se oyera resonar junto al fresco brocal del pozo, ni bajo el emparrado de la puerta, el rasguear de aquella guitarra que parecía tener alma y quejarse cuando él la tocaba!
Otro joven, embozado hasta los ojos en su capa, estaba cerca de aquel grupo y se mantenía inmóvil y callado; pero cuando se trató de las dotes físicas, dio colérico con el pie un golpe en el suelo. No lo dudo, sir John respondió el vizconde. ¡Qué ojos tan árabes! añadió el joven don Celestino Armonía . ¡Qué cintura tan esbelta!
Había hallado por fin el hombre por quien siempre suspirara; un hombre callado, atento, que se interesase por la morfología y que le creyese un sabio. En efecto, Sánchez llegó pronto a convencerse de que Moreno era un hombre distinguidísimo.
Y, sumiso, cierro los ojos... Veo soles, ruedas verdes y haces de fuego, sin parar un momento... eso tiene por causa la agitación de la sangre, señores... Y, de tiempo en tiempo, una idea, como un relámpago, cruza por mi mente: «Hanckel, te estás poniendo en ridículo». Todo está tan callado, que oigo a los escarabajos que trepan a lo largo de las hojas... Hasta la respiración de ella ha cesado.
Si esta excelente señora quiere seguir mi consejo, no sólo no concederá el perdón a su desobediente hija, sino que mañana mismo la reclamará. La voz cavernosa del enano, poblando de sones ásperos y profundos la estancia, resonó todavía después de haber callado.
Cuando usted sabía que su amante iba a verla, y se quedaba con ella, no una sino muchas veces, ¿no sospechaba usted que los recuerdos del pasado, la seducción de esa mujer, casi nueva para él después de un largo abandono, lo habían de vencer una vez más... sí; usted tuvo esa intuición; su doloroso silencio me lo dice ahora; pero ha callado usted por el amor que le tiene, porque comprende que si la justicia hubiera sabido que Zakunine amaba aún a la Condesa, que estaba celoso, la verdad habría lucido pronto y con gran brillo.
Sirviose el café y circularon los cigarros. Juana anunció que quería fumar, y tomó un cigarro para ensayarse. Le va a hacer mal exclamó el señor de Maurescamp; tomad un cigarrillo. No, no, quiero un cigarro dijo la joven cuyos ojos estaban algo empañados. El señor de Maurescamp se encogió de hombros y quedó callado.
Y se puso a contarle, en apoyo de la tesis de Villamelón, horrores..., horrores de Jacobo... Paco Vélez se lo había dicho todo la noche antes: ella, ¡claro está!, por prudencia había callado tanto tiempo; pero ya era hora de hablar, y a fuer de buena amiga debía desengañarla...
Iba asimismo á buscar en él alguna luz sobre aquel misterio; pero ¡caso extraño! el P. Jacinto, todo franqueza y jovialidad antes, se había vuelto muy grave, muy misterioso y muy callado. Don Fadrique entrevía, no obstante, que el padre Jacinto aprobaba la resolución de Clara de ser monja.
Palabra del Dia
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