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Mis predilecciones le revelaban una parte de mis inquietudes, y lo que ella calificaba de singularidades le iba pareciendo más claro a medida que descubría los orígenes.

La novela era su pasión: en el folletín del periódico de su marido, publicó una que éste, aunque enemigo de prodigar elogios, calificaba de piramidal. Yo leí tres hojas, y confieso que no me pareció muy católica. También escribió otra que ella llamaba eminentemente moral. No quise moralizarme leyéndola, y regalé el ejemplar á mi criado, el cual lo traspasó á no quién.

»Yo aprendía el francés con alguna facilidad; pero el alemán, aunque era el especial cuidado de mi tío, me disgustaba sobremanera y tenía que violentarme, y ni aun así lograba retener en mi memoria una sola palabra de aquel idioma, que yo calificaba de bárbaro. Por último, rogué a Teobaldo que cesasen las lecciones, consintiendo él en ello, pero a condición de que se lo advertiría a mi tío.

Las horas de la noche las pasó sin descanso alguno y como en delirio, que llegó al frenesí más subido cuando a la siguiente mañana nos dijeron que la vieja Carja había desaparecido, dejando muy mal olor de sus acciones, que quién las calificaba de hechiceras, quién las presentaba por de un espíritu malo.

Cada reforma que Julián quería plantear, la calificaba de imposible, encogiéndose de hombros; cada superfluidad que intentaba suprimir, la declaraba el cazador indispensable al buen servicio de la casa. Ante el celo de Julián surgían montones de dificultades menudas, impidiéndole realizar ninguna modificación útil. Y lo más alarmante era observar la encubierta, pero real omnipotencia de Primitivo.

Además, pensaba en Teri, en su firme propósito de no envilecer la nobleza de los recuerdos con otro «crimen», pues de tal calificaba con vehemente apreciación su aventura reciente. Con Mina no arrostraba peligro alguno: la pobre estaba desengañada. El fracaso de su existencia la hacía huir de toda complicación pasional, prefiriendo una vida vegetativa y humilde.

Su furor fue entonces muy grande; pero por lo mismo se calló y no atormentó a su padre con insinuaciones ni bromas. El asunto no se prestaba a bromas ni a medios términos. La ira de doña Inés había de estallar y manifestarse de una manera más seria cuando estuviese completamente convencida de la locura de su padre, pues de tal la calificaba.

Como todos los caracteres burlones, le hería profundamente el ridículo. Con su cuñada el joven se reía unas veces, otras se mostraba irritado de aquellas extravagancias de su esposa, que calificaba de estúpidas y cursis. Cecilia procuraba calmarle, achacándolo a los pocos años, al carácter tornadizo de Ventura: «Ya verás le decía; dentro de algunos meses no se acordará de semejantes tonterías».

, ellos son mas heróicos; Colon tenia el genio, el rayo de la inspiracion, la perspectiva de la gloria que le ha inmortalizado, por guia: él sabia adonde iba: los sencillos marineros que le acompañaban no, no conocian mas playas que las de España, no podian ni soñar con la existencia de otro mundo, se veian arrojados en una empresa que acobardaba á todos, que la Europa toda calificaba de locura, se vieron solos en medio de mares que nadie mas que el ojo de Dios habia visto, sin saber adonde iban ni por qué ruta: creyendo que la vuelta seria imposible y creyéndolo con razon é ignorando al propio tiempo si habria llegada, porque ellos nada sabian, porque entónces se ignoraba todo, porque no se sabia qué habia detras del mar.