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Actualizado: 6 de mayo de 2025
¡Conque esa hermosa mujer, esa famosa Dorotea, la querida de Lerma y de Calderón, es tu hija! ¡y ella no lo sabe! No. ¿Y para qué la traes aquí?
María Calderón, actriz muy famosa, que influyó también en la política española del tiempo de Felipe IV por sus relaciones con el Rey.
Dice, por último, que algunos pasos parecerán acaso lánguidos, porque la escritura carece de la sonoridad de la música y de la pompa de la maquinaria, siendo, por tanto, indispensable que el lector, con su imaginación, supla estas galas que le faltan. Para comprender cómo desenvolvía Calderón aisladamente estos principios generales de sus autos, extractaremos los argumentos de algunos.
Y además, está ya en buena edad para casarse dijo la reina. Casarse... si bien... es una mujer envidiable... yo sé de muchos que la han solicitado, que han querido casarse con ella... pero ella no ha querido á ninguno. Yo aseguro á vuestra majestad, que con quien yo querría casarla es muy del agrado de doña Clara. ¿Y quién? ¿quién es él? El vencedor de don Rodrigo Calderón.
Hemos hecho mención hasta ahora, ya prolija, ya ligeramente, de todas las comedias auténticas de Calderón; en cuanto á aquéllas, reputadas evidentemente por falsas, aunque lleven su nombre, ó sobre las cuales se abrigan dudas muy fundadas, así como respecto á los sainetes y loas, puede consultarse el apéndice, que ilustra esta parte de nuestra obra. Frankfurt auf der Mein, 1845.
7 La conquista de Cuenca y primera dedicación de la Virgen del Sagrario, de D. Pedro Rosete. 8 La hechicera del cielo, de Antonio de Nanclares. 9 La razón hace dichosos, de tres ingenios. 10 Amar sin ver, de D. Antonio Martínez. 11 La Margarita preciosa, de Zavaleta, Cáncer y Calderón. 12 El más heróico silencio, de D. Antonio Cardona. 1 Los españoles en Chile, de D. Francisco González de Bustos.
¿Olvidáis que don Rodrigo Calderón está malamente herido, y que es vuestro esposo quien así le ha maltratado? dijo Quevedo de una manera profunda. Pero hasta ahora... dijo don Juan.
El general Patiño, fatigado de enviar mortíferos proyectiles a la esposa de Calderón sin que la plaza se diese siquiera por enterada, había levantado el cerco para sitiar a la marquesa de Ujo, que a las primeras granadas había capitulado abriendo las puertas al enemigo.
¿Y creéis que aunque anduvísteis extremadamente injusto, apasionado y mordaz en el tal romance, fué esta sola la causa de vuestra prisión? Sé que anduvieron también en ella vuestras antiparras. Más claro. Por turbias que sean esas antiparras para el duque de Lerma, todos ven que son ellas don Rodrigo Calderón. ¡Ah! ¡el bueno de mi secretario! Vuestro amo. ¡Mi amo! Y del rey. ¡Ah!
Madrid 28 de junio 1639. «La noche del Corpus que lo fué de San Juan no tuvieron los Reyes otro festejo que el de los Autos de la Villa ordinarios: representaronse quatro: dos de D. Pedro Calderón, uno de D. Antonio Coello y otro de D. Francisco de Rojas.»
Palabra del Dia
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