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Escriben algunos autores que don Fernando el Católico solía decir: los veranos se han de tener en Sevilla y los inviernos en Burgos; y es de suponer que esto sólo lo diría, en lo que respecta á nuestra ciudad, refiriéndose á las comodidades de las antiguas casas con sus patios, sus fuentes y sus pisos bajos, porque en otro respecto no creemos que dijera ninguna gran cosa su alteza.

Ciñendo aparejo y aprovechando vela, algo fuera de rumbo, pudimos ganar Punta Santiago, entrando por efecto de los continuos cambios de viento y las corrientes en el Seno de Balayan, pudiendo notar en las tierras de la provincia de Batangas, las pintorescas casas de Taal, hermoso pueblo que se eleva en las cercanías de la laguna llamada por algunos Encantada, sobre la cual se levanta el célebre volcán de Taal, del que no podemos pasar sin decir algo á nuestros lectores.

Había llegado la columna á las últimas casas del pueblo cuando el señor de Morel salió del castillo, caballero en el brioso Ardorel, negro como el azabache y el mejor caballo de batalla de todo el condado. Vestía el barón de terciopelo negro y birrete de lo mismo con larga pluma blanca, sujeta por un broche de oro, y no llevaba más armas que su espada, suspendida del arzón.

El pobre peón estaba muy malito: ¡á ver si lo sacaba adelante!... Ella le había tomado ley después de tenerlo varios años en su casa. Y al lamentarse, había tal expresión de frío egoísmo en sus ojos, que el doctor la atajó brutalmente: Sobre todo, lo que usted más siente, tía Gertrudis, es perder un real diario si muere. ¡Ay, don Luis, hijo! Semos probes y cada vez hay más casas de peones.

Cruzó entonces los desfiladeros de los Andes, mientras Canterac guarnecia los de Jauja y situaba sus puestos avanzados en Casas, y marchó decididamente sobre Pasco. El general español, que ignoraba la direccion seguida por su contrario, se encaminó hácia este mismo punto con objeto de practicar un reconocimiento.

La claridad de la luna prestaba fosforescencia á la espuma de sus remolinos. Un poco más lejos se extendía límpido y tranquilo en un remanso dilatado que sombreaban por ambos bordes dos filas de espesos avellanos. Después que hubo pasado el puente, entró por el estrecho y sombrío camino que le separaba de las casas de la Segada y del palacio condal.

Si se mira la península ó roca de Friburgo por el lado opuesto, es decir situándose en la parte superior del rio, el aspecto es enteramente distinto. La ciudad se presenta allí sin solucion de continuidad pero con muy extrañas formas. Es un torrente de casas extravagantes que se desploma desde la cima, como si fuese una catarata de peñascos en lugar de ondas y chorros de agua.

Luego que cayó muerto en tierra alzóse el pueblo contra los judios, i comenzó á meter á fuego i á saco algunas de las casas donde moraban los mas principales, i que mas nombre tenian de ricos entre los naturales de aquel reino.

Con esto se contentan las gentes y prefieren estas vulgaridades al señorial y bello aspecto de las casas antiguas, que sin escrúpulo derriban, para construir sobre ellas los menguados engendros del modernismo.

Ricardo hizo un signo de asentimiento, y mientras la niña estuvo ausente, subió uno de los transparentes de los balcones y se puso a tocar el tambor con los dedos sobre los cristales, posando una mirada vaga y perdida en las casas de la vecindad. No tardó en presentarse otra vez Marta. Anda, vente conmigo; voy a meter ropa en el armario.