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Actualizado: 20 de junio de 2025
Arbolole un MARQUES, que el propio Marte Su briosa presencia representa Naturalmente, sin industria y arte. Poeta celeberrimo y de cuenta, Por quien, y en quien Apolo soberano Su gloria y gusto, y su valor aumenta. Era la insinia un cisne hermoso y cano, Tan al vivo pintado, que dixeras, La voz despide alegre al aire vano.
Entraron por entre la isla y tierra firme, y registraron un caño pequeño muy abrigado que parece rio.
Así es que léjos de pretender que se las destierre del todo de las obras elementales, conviene que se las conserve, no en toda su sequedad, pero si en todo su vigor. Nervos et ossa las llamaba Melchor Cano con mucha oportunidad: no se destruyan pues esos nervios y huesos; basta cubrirlos con piel blanda y colorada, para que no repugnen ni ofendan.
Yo mismo he presenciado, en la primera de las calles mencionadas, a las cuatro de la tarde, hora en que se agrupa allí una numerosa concurrencia, un encuentro de ese género entre dos hombres pertenecientes a la más alta sociedad bogotana. Revólver en mano, separados sólo por el caño, se atacaron con violencia, disparando uno sobre el otro casi todas las balas de su arma. ¿Cómo no se hirieron?
El revólver del señorito quedó asomando a la abertura del bolsillo, sin que la mano tuviese fuerzas para tirar de él. Vaciló Dupont sobre sus pies, sonó un ronquido de bestia degollada; un estertor que aceleró los borbotones del chorro negro que salía de su cuello, como un caño roto.
Igual que cuando se va llenando de agua una vasija puesta debajo del caño de una fuente, por el matiz de los sonidos se conocía por instantes cómo se colmaban de gente los carrejos y el salón y el gabinete y todos los rincones y escondrijos franqueables de la casa.
En cuanto á pinturas de la capilla, el altar mayor y los muros laterales contienen obras verdaderamente maestras de Roelas, Pacheco, Alonso Cano y otros artistas que tuvieron justa celebridad en España. Es bien digno de notar que el arte de la pintura ha corrido siempre parejas con el movimiento caballeresco y religioso de los pueblos.
Merece, pues, una mención aquí el encargado de los trabajos tipográficos de la edición, D. Guillermo Cano, por cuyas manos han pasado todas mis obras desde La Fontana de Oro hasta la última que he compuesto, y todas las ediciones, grandes y chicas, buenas y malas que de ellas se han hecho.
Á mí me llaman Felipe; pero si algún día me busca usted, pregunte por Castelar, pues así me conocen, porque me gusta hablar con las personas, y en la taberna soy el único que puede leer el periódico á los compañeros. Ese muchacho que pasa con el cesto de pescado es Chispas, á su patrón le llaman El Cano, y así estamos bautizados todos.
¿No es un maestro el que habla?... Esa facilidad de Gutiérrez González no se desmentía un solo momento. Un día, su amigo Vicente X., lo encuentra a media noche, inclinado sobre el caño, expiando duramente las numerosas libaciones de una comida de donde salía.
Palabra del Dia
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