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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Algunas de estas nubes se yerguen en el horizonte bajo la forma de verdaderas montañas. Sus crestas y sus cúpulas, sus nieves y sus hielos resplandecientes, sus sombríos barrancos, sus precipicios dibujan todo su relieve con perfecta limpieza. Lo que hay es que los montes de vapor son flotantes y fugitivos; formólos una corriente de aire, y otra corriente puede destrozarlos y disolverlos.

Al fin el arriero le dice: «Vea ahí... abajo..., entre los pastos...» Y, en efecto: fijando la vista en el suelo, y a corta distancia, vense asomar una, dos, tres, diez cruces seguidas de cúpulas y torres de los muchos templos que decoran esta Pompeya de la España de la Edad Media.

Siguióle luego otra generación, que observó en sus trabajos el plan primitivo, y elevó sobre la antigua construcción otra nueva, alzándose osada hasta llegar al cielo, amontonando cúpulas sobre cúpulas.

Parado delante de la Bolsa, se puso a contar las cúpulas del edificio con obstinado empeño: una... dos... tres... cuatro... hasta seis; y se alejó, repitiendo mentalmente: seis cúpulas..., seis cúpulas.... Siguió caminando a toda prisa, y en la plaza de Gambetta se encaró con las estatuas de Bernardin de Saint Pierre y de Delavigne, como si les fuese a echar un discurso.

El día estaba triste; uno de esos días de lluvia menuda y continua en que sólo se ven en el suelo cieno y lodazales y en el cielo nubes pardas, inmóviles, pegajosas, que parecen lamer las torres y las cúpulas, cual la viscosa baba de un monstruo inmenso.

Y en el fondo, el Seminario con sus dos cuerpos formidables, trepados por infinitas ventanas, cierra hoscamente la perspectiva. Es primavera; la verdura de los huertos no está aún tupida; resaltan alegres las paredes a la luz viva; y las torres y las cúpulas de las dos catedrales se yerguen serenas en el ambiente diáfano.

En efecto, las campanas de la arruinada basílica de Santiago penden ya de sus poderosos trabes, mutiladas y mudas, sirviendo de lámparas al culto del Koran despues de haber proclamado con sus clamorosas lenguas el culto del santo apóstol: las chapadas puertas del mismo profanado templo yacen tendidas sobre las pintadas vigas de alerce ; la gran catedral de Compostela, abierta, saqueada, llena de escombros, solo habla de ruina y desolacion á los devotos peregrinos de lejanas tierras; y la mezquita de la orgullosa corte musulmana se ostenta ensanchada, enriquecida, pintada, embellecida con mármoles y mosáicos, y esmaltes, y doradas cúpulas, y maksuras, y alfombras y un cuento de luces, y embalsamada con el azahar, el ambar-gris y el aloe, y ceñida con su cinto de torres, y festonada con sus dentadas almenas, y guardada con sus ricas puertas de piedra, estucos, mosáicos y bronces, y finalmente, hecha oasis, no de un desierto, sino de un paraiso, con las murmuradoras fuentes y los olorosos naranjos y las esbeltas palmeras de su atrio pensil. ¿Quién no habia de temer, si no el fin del mundo, por lo menos el fin del cristianismo?

¡Aquélla era, , la muy noble y muy leal matrona, con sus rotas murallas; con su centenar de torres y cúpulas, que en línea horizontal se dibujaban en el cielo; con sus amplios edificios de dorada piedra, que reverberaban al sol, y precedida de una verde arboleda, que parecía servirle de zócalo ó de alfombra!

Las casas desaparecían entre el oleaje de torres, cúpulas y ábsides. Era imposible volver la vista a punto alguno sin tropezar con parroquias, iglesias, conventos y antiguos hospitales. La religión había absorbido al Toledo industrioso de otros siglos, y aún guardaba bajo su caparazón de piedra a la ciudad muerta. En algunos campanarios ondeaba un banderín rojo con un cáliz blanco.

Pero la brisa del Norte había amontonado allá en el horizonte montañas flotantes de nubes de fuego formando fantásticas ciudades, cuyas flechas y cúpulas resplandecían temblorosas al través de una gasa azul. La campiña estaba dormida: el aire callado. La tierra se extendía desnuda y árida.

Palabra del Dia

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