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Actualizado: 22 de octubre de 2025
Irala astuto, sabio, cauteloso, Del enfermo se hizo en este punto, Y por quedar él libre y ganancioso, Segun pude saber, y lo barrunto A Cáceres agudo y bullicioso, Le dice, con Venegas vaya junto, Y Cabrera, del Rey tres oficiales, Principio y causadores de estos males. El pueblo conmovieron ignorante, Y en odio le encendieron como brasa.
Todo esto envuelto en un torbellino, una brisa, una confusión eterna. Es el sepulcro sin la calma. ¿Tiene culpa el mar de la perfidia de esa playa? No por cierto. El mar llega allí, como por doquiera, bullicioso y robusto, pero lealmente.
Cada piso y cada puerta dejaba escapar por sus junturas y resquicios el rumor bullicioso que acusa la alegría; sólo en el cuarto segundo había silencio. Ante su entrada enmudecía la algazara, como si en el interior, triste o desierto, faltase quien festejara la santidad del día y el bienestar de una familia. También allí, sin embargo, se preparaba la cena, pero con más modestia y menos regocijo.
Deseaba ser conocido con los nombres de su padre; quería ser Juan Gallardo y que ningún apodo recordase su origen a las grandes personas que indudablemente serían sus amigos en el porvenir. Todo el barrio de la Feria acudió en masa a la corrida con un fervor bullicioso y patriótico.
Vos conocisteis á mi padre, señor barón, y sabéis también lo que vale el linaje de los Clinton de Hanson.... Rancia é indiscutible nobleza y gloriosa historia. Mas no lo digo por tus blasones, hijo mío, sino por tu carencia de fortuna. Si fueras tú el señor de Munster, en lugar de tu bullicioso hermano.... Pero, ó mucho me engaño ó los pasos que resuenan son los de Sir Oliver.
En el siglo XVI, cuando el comercio con el Nuevo Mundo estaba para Sevilla en su mayor apogeo y las embarcaciones de todos países llegaban á nuestro puerto, era el Arenal sitio el más animado y bullicioso de la ciudad y Lope de Vega, que lo conocía, dió á una de sus comedias por título El Arenal de Sevilla, haciendo del lugar la siguiente descripción que pone en boca de doña Laura y de Urbana en la escena primera de la obra: ¡Famoso está el Arenal! ¿Cómo lo deja de ser?
Lo que sentía era tan nuevo, tan dulce, que llegaba a hacerle daño. El llanto le refrescó. Sonaron por tercera vez las campanas de la iglesia, respondiendo con un concierto bullicioso e ininteligible al canto claro y sosegado del mirlo. Andrés se levantó para oír misa. Estaba la iglesia no muy lejos de la rectoral.
Rosa, que había sonreído melancólicamente hasta entonces, recobró su carácter bullicioso. Cuando terminaron, ella, Máxima y Andrés se pusieron a retozar entre los árboles, persiguiéndose con gritos. Sentábanse a descansar breves instantes formando grupo debajo de algún árbol y en seguida tornaban al juego con más ardor.
Cuando se hubo acostumbrado al puesto secundario que su antigua novia le asignara y á la libertad de trato de aquella sociedad ordinaria lo pasó bastante bien. Su temperamento sano y alegre se imponía: era llano, cordial, bullicioso y en poco tiempo supo granjearse el cariño de los tertulios de Velázquez.
Hoy es miércoles; de modo que tenemos seis ó siete dias para darnos en cuerpo y alma por esas plazas y calles de Dios, por esos cafés, por esos teatros, por ese bullicioso y reluciente laberinto, á caza de impresiones y curiosidades de sociedad.
Palabra del Dia
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