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Actualizado: 26 de junio de 2025
Todos los días sería demasiado fatigoso para usted... porque nosotros vamos a vivir en la calle Monceau, y es un poco lejos de su horrible calle Varennes. Perdón, señorita, pero, además del hotel de la calle Varennes, conservo el entresuelo del bulevar Malesherbes. ¿Para qué, amigo mío? Para tener el honor de continuar siendo vecino de usted. ¡De veras!... ¡si usted supiera cómo me divierte eso!
Hay algo de particularmente punzante al sentirse atacado, en medio de toda la brillantez y abundancia de la vida civilizada, por el azote de la vida salvaje: el hambre. Esto raya en locura; es un tigre que salta al cuello en pleno bulevar.
Vivía en un hotel antiguo, cerca del bulevar de los Italianos, por haberlo admirado en otros tiempos como un lugar de paradisíacas delicias, cuando era estudiante de escasos recursos y estaba de paso en París; pero las más de sus comidas las hacía con Torrebianca y su mujer. Unas veces eran éstos los que le invitaban á su mesa; otras los invitaba él á los restoranes más célebres.
La una de la madrugada. Me apresuro á sentarme en el vacío todavía caliente que me ofrece un banco del bulevar, adelantándome á otros rivales que también lo desean. Llevo cuatro horas de paseo incesante en la noche caliginosa. Sobre los tejados pasan las mangas blancas de los reflectores, regleteando de luz el ébano del cielo.
En mi triste situación me admiraba, no podía darme cuenta de cómo no había pensado antes en este expediente vencedor. En el bulevar me encontré repentinamente con Gastón de Vaux á quien no había visto hacía dos años. Detúvose después de un movimiento de duda, me apretó cordialmente la mano, me dijo dos palabras sobre mis viajes y me dejó en seguida.
Lo he hecho todo, prevenido todo y arreglado lo mejor que he podido; he encontrado el medio de estar dentro y fuera, en casa y en la calle. Afortunadamente las calles son magníficas; el afirmado no tiene nada que envidiar al del bulevar. Hemos salido a las diez, y ahora ya nos tiene usted instalados.
Cuando transcurren algunos minutos sin que pasen vehículos, vuelve al lado de los viejos para animarlos con su energía. Ella los instalará en un carruaje; pueden descansar tranquilos. De pronto salta en medio del bulevar. Viene mugiendo un automóvil del ejército, desocupado y enorme, á toda fuerza de su motor.
El tango de los violines del bulevar es contestado como un eco por el tango de los violines de toda la Costa Azul y de las estaciones veraniegas que empiezan á abrirse. El ideal femenil, en este momento, no va más allá de bailar la danza de moda con un guerrero de los Estados Unidos. Se desvaneció la pesadilla; todo olvidado.
Este indicó un precio respetable, algo como cien pesos fuertes; mi amigo le observó que era muy caro, que así no podría repetirlas. El artista, con la convicción de un zapatero de bulevar, diciendo al cliente reacio: «Fíjese en la suela», contestó imperturbable: ¡Oh!, ¡de las que yo doy, con una basta!
Teniamos noticia de tres cafés cantantes: el de la Francia musical, hácia el bulevar de la Buena Nueva; el de Moka, en la calle de la Luna, y el del Concierto, calle de Montmartre. El más importante es el de la Francia musical, exceptuando los tres que hay abiertos en los Campos Elíseos, durante el verano, y adonde no podriamos ir, teniendo pensado asistir á la Opera.
Palabra del Dia
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