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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Estas cosas herían e inquietaban vagamente al joven sacerdote. Las bromitas que la beata se permitía de palabra también rebasaban algunas veces los límites convenientes. Un día le dijo repentinamente: ¿Sabe usted lo que estoy pensando, padre? Que el ángel que viene muchas veces a ponerme la mano sobre la cabeza tiene los ojos muy parecidos a los de usted. Y soltó la carcajada al decirlo.

Con su venida á la casa terminaron las bromitas y retozos de las entregadas con los criados, lo que al principio le atrajo enemistades en la servidumbre; pero como era tan servicial y tan buena, acabó por ser querida y respetada de todos. Pasaron años.

Talín por su parte apretó los pies de tal modo que por mucho que corrieron aquellos bandidos no lograron darle alcance. Volviéronse mohinos al cabo de algún tiempo y al tropezar con el capitán su despecho les incitó á gruñirle; pero éste alzó el bastón de modo tan airado que huyeron sin realizar su propósito. ¡Para bromitas estaba nuestro hidalgo!

, para bromitas estamos... ¿Y la tropa? Se ha retirado al cuartel. De modo, ¡Santo Cristo del Perdón!, que estamos en poder de la canalla, de los descamisados, de las llamadas masas... Han puesto un cartel que dice:Palacio de la Nación, custodiado por el Pueblo. , buena cuenta darán... dijo Bringas con dolor vivísimo . No va a quedar en Palacio ni una hilacha.

Esta alegría sin saber por qué, estas bromitas de clerigalla, y usted dispense, esta tolerancia formal, puramente exterior, sin disimulos para tapar la boca a los profanos.

Era menester que todo el mundo viese patente el rendimiento de aquella mujer. Para ello no le escaseaba las palabras desdeñosas y las bromitas mortificantes en cuanto se le ofrecía ocasión.

Nepomuceno bebía también su copita de Jerez llena de migas de rosquilla de yema, y callaba; como si no estuviera en sus atribuciones fijarse en las tonterías de su sobrina, que, desde que había vuelto a darse de alta, hacía la loquilla y la muchacha y se permitía unas bromitas y unas alusiones alarmantes, de que él no quería hacerse cargo por ahora.

Un bloqueo prudentísimo primero, intimando poco a poco, acercándose algunos ratos a la mesa y cambiando con la chula bromitas más o menos picantes. Estos acompañamientos se hicieron frecuentes. Otro día les trajo butacas para uno de los teatros por horas.

Aturdido estúpidamente, dije algunas frases que no recuerdo, y me despedí de aquellas señoritas, a quienes no deseé otra cosa más que Dios confundiera en el mismo momento. ¡Bueno estaba yo para bromitas! Andando entre calles un rato, se me ocurrió la idea, no muy sensata, de ir a la Fábrica de Tabacos y preguntar allí por Paca...¿Para qué? Llegaba mi grosera ignorancia hasta no saber su apellido.

Los dañadores reían de su poco peso. Quedó un instante a horcajadas en lo alto de la pared, aturdido por la ascensión, doliéndole el cuerpo por el roce contra los ladrillos salientes. El Mosco le saludaba desde abajo con una gracia que ponía los pelos de punta. ¡Qué buen blanco, gachó! ¡Qué escopetazo se pierden los guardas! Isidro no tuvo fuerzas para protestar. ¡Vaya unas bromitas oportunas!

Palabra del Dia

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