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Actualizado: 28 de junio de 2025
El vulgo, en general, mal le quería, Y su vivir les daba grande pena; Y viendo que en la cama adolecía, Lo tuvieron los mas á dicha buena. El Santo Sacramento recibía En un dia, y estando casi agena El alma de su cuerpo, por gran ruego Testó, y apenas firma, y muere luego. Murió con mucho ánimo y con brio, Diciendo, ¡si podremos con la muerte!
Por este brazo estrecho, y chico rio Llegamos con favor de la marea A la primera casa, y al buhio, Que es dicho Tabobá, de paja y nea. Los indios luego salen con gran brio, Con arcos y con flechas de pelea, Y viendo los rescates acudieron, Y mucho bastimento nos vendieron.
De los escombros de sus ilusiones deshechas sacó, pues, Jacinta el último argumento, el último; pero lo esgrimió con brío, quizás por lo mismo que ya no tenía más. «Todo lo que has dicho será verdad: no lo pongo en duda. Pero yo no te digo sino una cosa: ¿Y el parecido?». Lo mismo fue oír esto el Delfín, que partirse de risa. «¡El parecido! Si no hay tal parecido ni lo puede haber.
Ha tenido nuevo empleo en las aduanas, ha comerciado luego en negros, ha quebrado después, que viene a ser para ciertos hombres de negocios como una buena poda para los árboles, la cual hace que retoñen con más brío, y hoy está tan boyante, que tiene resuelto ingresar en la primera aristocracia, titulando de marqués o de duque.
Te advierto, no obstante, que no puede hacerle ni le hará mi ciencia sin tu auxilio. En la producción del milagro, por tanto o por más que mi ciencia han de entrar y han de ser parte tu fe, tu plena confianza en mí, tu firme decisión y tu brío. He de poner a prueba tu valor. Veremos si desfalleces.
Menchaca era el hombre de iniciativa y de brío, el que concebía los proyectos; Cepeda resolvía los detalles y las dificultades prácticas. Menchaca, cuando se instaló en Cádiz, tuvo la veleidad de poner casa a una muchacha de Puerto Real, y de pasear con ella en coche y regalarla trajes y joyas.
Frescas por el corto descanso y mecidas por la dulce ilusión de alcanzar presto el pesebre, corrían las jacas sobre el campo con creciente brío sin ayuda de espuelas. Ellos, con el corazón henchido aún por la suavidad que aquellos instantes felices habían dejado en él, sonreían vagamente, aspiraban con deleite el aliento embalsamado del crepúsculo.
De todos modos, aunque tu gloria hubiese sido soñada, tú has sabido mostrarte capaz de esa gloria, y aunque hayan sido soñados tus delitos, también eres responsable de ellos, aunque no en tanto grado. En sueños tiene la voluntad menos brío para resistir a la tentación que la provoca.
Tenía D. Valentín cerca de sesenta años de edad, pero parecía mucho más viejo, porque no hay cosa que envejezca y arruine más el brío y la fortaleza de los hombres que esta servidumbre voluntaria y espantosa, á que por raro misterio de la voluntad se someten muchos, cediendo á la persistencia endemoniada de sus mujeres.
Pero no puedo pensar qué es lo que vio esta doncella en vuestra merced que así la rindiese y avasallase: qué gala, qué brío, qué donaire, qué rostro, que cada cosa por sí déstas, o todas juntas, le enamoraron; que en verdad en verdad que muchas veces me paro a mirar a vuestra merced desde la punta del pie hasta el último cabello de la cabeza, y que veo más cosas para espantar que para enamorar; y, habiendo yo también oído decir que la hermosura es la primera y principal parte que enamora, no teniendo vuestra merced ninguna, no sé yo de qué se enamoró la pobre.
Palabra del Dia
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