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Actualizado: 5 de julio de 2025
Montáronle en un jumento y empezóse la procesión hacia el brasero y aunque era el calor excesivo, el polvo como niebla espesa y el trecho largo de más de dos mil pasos, ni les faltó jamás quien les exhortara, ni en las calles, plazas y campos, quien les oyera, llenara y embarazara el camino.
Si he dado importancia á éste es porque dice algunas verdades, y, sobre todo, porque ha producido un hecho. ¡Un hecho! Ciertamente: que yo conozca estos pasadizos. Pero continuemos, que se pasa el tiempo y esta cámara es tan fría... Inclinóse un tanto la duquesa, y sin dejar de alumbrar al rey, removió de nuevo el brasero.
El brasero inquisitorial ardía durante siglos; el cielo azul obscurecíase con nubes de hollín humano; reyes, magnates y populacho habían asistido entre sermones y cánticos á las quemas de hombres con el mismo entusiasmo que provocan hoy las corridas de toros.
Fortunata pensó que, en efecto, se había atufado, pero no con brasero. Cediendo a los ruegos de su marido y de doña Lupe, se acostó, y a prima noche estaba más tranquila, desvelada, sin ningún apetito, oyendo con desagrado el ruido de los platos y cucharas que del comedor venía a la hora de cenar.
Al fin, pensando en ella y bajo la influencia de la sangría, del calor del brasero y de la soledad, se quedó dormido. DE CÓMO ENTRE UNOS Y OTROS NO DEJARON PARAR EN TODA LA MA
6 En aquel día pondré los capitanes de Judá como un brasero de fuego entre leña, y como una antorcha de fuego entre gavillas; y consumirán a diestra y a siniestra todos los pueblos alrededor; y Jerusalén será otra vez habitada en su lugar, en Jerusalén.
Por lo mismo añadió , hay que tener mucho cuidado con el abrigo de estas habitaciones. Que no falte de aquí el brasero bien quemado, de modo que se conserve inalterable la temperatura que ahora hay en el cuarto del enfermo.
Habíale bebido tanto el espíritu de soberbia, que casi le tenía doblado y siendo aún más ignorante, nada le cedía en pertinacia, solo no le sabía imitar en lo Estóico, manifestando en todo el camino del brasero en lo de fuera la rabia y el despecho en que le ardía el corazón: siendo un mismo principio interior causa en el discípulo de un exterior despechado y furioso y en el maestro de una profundísima melancolía, aunque afectada en sosiego; pero cada uno a su modo representaba al vivo un condenado.
O cuan con diferente serenidad de rostro, hijo de la paz y gozo del corazón, vió Roma tal día como éste entrar al apóstol San Juan en la tina de óleo hirviendo; de aquella con que miraba Mallorca, que se acercaban al brasero los tres pertinaces a pesar de su mentida afectación? Córrome de tan soberano cortejo.
Ya no volvería a perorar con el pie derecho en la tarima del brasero y el estoque bajo el sobaco. ¡Iba a morir! El cortejo penetró en la ciudad por la puerta del Mercado Grande, tomó la calle de San Jerónimo y luego la de Andrín. Caminaban por delante las cofradías de la Caridad y la Misericordia tañendo sus plañideras campanillas.
Palabra del Dia
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