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Y es que habiendo firmado nuestro buen príncipe el tratado de Bretigny con el soberano francés, después de nuestras recientes y grandes victorias, nos habléis de guerra con Francia y de rescates y botines.... Lo cual quiere decir que yo miento, barbilindo, interrumpió el soldado, asiendo por las patas el enorme capón asado que delante tenía, como si fuese una maza de combate.

Ya tropieza el viajero con el marino de pequeña estatura, rollizo y mofletudo, con su chaqueta de paño negro, abierta, el ancho cuello de la camisa de franela, el sombrerito redondo y charolado, puesto al desgaire sobre una oreja, la corbata negra y flotante y los monumentales botines llenos de clavos, sonando como herraduras de caballos.

Calzaba botines de cuero amarillo con grandes espuelas y las piernas las resguardaba del frío con unos zajones de piel, amplio delantal sujeto con correas. Delante de la silla iba plegada la manta oscura de grueso borlaje; en la grupa las alforjas, y a un lado la escopeta con el doble cañón asomando por debajo de la panza del animal.

Esta juventud, con la cabeza descubierta, la cabellera partida en dos crenchas negras, abultadas, lustrosas, impermeables, que ningún huracán podía alterar ni conmover, y el menudo pie encerrado en botines de charol de alto empeine y vistosa caña, siempre que salía del fumadero volvía los ojos con cierto temor hacia el «rincón de los pingüinos». Allí estaban sus madres y parientas y las respetables amigas de sus familias; pero antes la fuga que dejarse atrapar por una cariñosa llamada y sufrir media hora de conversación en tan noble compañía. «¡Viejas pesadas! ¡Señoras macaneadoras!...» Y esperaban a que pasasen las primas o las futuras novias para unirse a ellas y atraerlas dulcemente hacia la popa o la banda de estribor, donde reían y saltaban como escolares en libertad.

Mesas derribadas, sillas desvencijadas, botines solitarios en medio del cuarto y en los rincones, sobre los revueltos lechos, los combatientes inertes, exhaustos. El cuarto diplomático había sido respetado, y ganamos nuestras camas con la sensación deliciosa del peligro evitado.

Me había engañado, porque, a poco rato, la cortina se entreabrió de nuevo, y una mano apareció sosteniendo dos botines largos y delgados, que dejó caer sobre el piso. Luego, una o dos vueltas, la inmovilidad y el respirar sereno e igual. Buenas noches. Más tarde contaba en Nueva York la aventura a un amigo mío, americano, y el buen yanqui movía tristemente la cabeza.

¡Cuánta cara foránea, ahorcada por cuellos anticuados, encorbatada de raso tórtola, bizantinamente enfracada, con pantalón en forma de caño y botines de brasileño guarango!

Muchos comerciantes que se habían endosado el frac en honor del soberano, guardaban sobre su abdomen la gruesa cadena de oro, cargada, como un relicario, de medallones, dijes, lápices y fetiches, y en los pies los fuertes botines de uso diario. Ojeda acogió con incrédula sonrisa las consideraciones de su amigo acerca de la superioridad de una raza sobre otra por la finura de las extremidades.

Por allí, en la tarde en que vamos caminando, halló Pedro Real razón para encontrarse a caballo, el cual dejó en la cumbre, mientras que, golpeándose con el latiguillo los botines, se perdía, sin recordar el cuadro de Ana, por la calle de los lirios.

Quién llevaba un terno de franela blanca como el ampo de la nieve con guantes y sombrero negros; quién lo lucía de color de lagarto con un sombrerito azul de alas microscópicas; quién, por fin, había creído oportuno vestirse de tricot negro con guantes, botines y sombrero blancos.