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Actualizado: 6 de junio de 2025
Yo me desquité, hablando, hasta que el buque marchó, con los españoles que vinieron á bordo en sus pequeñas lanchas cargadas de naranjas, manzanas, ciruelas y otros deliciosos frutos.
Cuando saltó a bordo, el capitán le dijo con malos modos que hacía quince minutos que aguardaban por él: no le causó ningún efecto la reprensión. Subió al puente; en el momento de arrancar el buque, percibió en el balcón corrido de la casa de D. Valentín la figura de la niña.
El viejo marinero, que había vuelto a bordo del junco, se apresuró a obedecer. La embarcación, que estaba guindada de los pescantes de popa, fué botada al mar y la ocuparon diez chinos armados de fusiles. Ahora las calderas y el combustible ordenó Van-Horn, que también se había embarcado en ella.
Después hablaremos de estas rociadas, amigo Cornias... ¡Buena cabezada! Gracias que dimos en blando... La arribada ahora... Dos tablas, y sin carnero a bordo... ¡y qué andar, carape!
Lástima grande que le gustasen tanto las coristas de la opereta y sólo supiera hablar de París, como si en el resto del mundo no existiesen mujeres. Zurita saludó a la joven con un gesto de antiguo galán y no se ocupó más de ella. ¡Interesante la muchacha!... Pero él tenía su familia a bordo, sus niñas y cuñadas, y deseaba evitar a todas ellas relaciones de amistad que podían ser peligrosas.
Muchos empezaban a arrepentirse de su afán de acicalamiento, que les había hecho sustituir los blancos trajes de a bordo con otros más elegantes pero calurosos. Ojeda encontró a Nélida que venía en busca de él; pero una Nélida casi desconocida, con gran sombrero cargado de flores y un traje vistoso. Era la primera vez que la veía así.
La credulidad de la buena señora expandíase en ingenuos asombros ante los embustes y exageraciones que se permitía Maltrana para estremecer su alma inocente. «¡No diga! exclamaba doña Zobeida . ¡Vea!... ¡Qué cosas!» Y cuando ella no estaba presente, Isidro prorrumpía en elogios de su candor. Era para él la mejor persona de a bordo.
Había sido el objeto de sus conversaciones con doña Cristina cuando ambas entretenían las monótonas horas tejiendo encajes al uso de su pueblo. Al pasar Ulises ante el cuarto de ella, vió unos retratos suyos de la época en que era simple agregado á bordo de un trasatlántico. Cinta los había sustraído indudablemente de las habitaciones de su tía.
Así es que cuando quería obsequiar a sus amigos, no se andaba por las ramas, y una vez en la Habana gastó diez mil duros en cierto convite que dio a bordo de su buque. También oí que era hombre muy sabio en la náutica. ¿En la náutica?
Tienes la cabeza llena de sangre. ¡Mi puesto está al lado del barón! rugió Roger, forcejeando inútilmente. Quédate aquí, te digo, y te quedarás á las buenas ó á las malas. Necesitarías alas para llegar á la galera. Esta se alejaba gradualmente. ¡Mirad qué valor, cómo se defienden, cómo atacan! continuó Tristán siguiendo los detalles de la lucha á bordo del pirata.
Palabra del Dia
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