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Actualizado: 6 de noviembre de 2025


«Estarás muy cansada, siéntate decía doña Casta a su hija, armando el corrillo . ¿Cómo va eso?». Hoy han estado probando el gas en la nueva tienda. Será una cosa espléndida. Ya están llegando cajas de novedades, cosas, ¡ay!, por ejemplo, tan bonitas, que en Madrid no se ha visto nada igual. Aquí no saben poner escaparates.

Buscaron flores naturales; mas no hallándolas, por ser tan impropia de ellas la estación, tejieron una linda corona con flores de tela, escogiendo las más bonitas y las que más se parecían á verdaderas rosas frescas traídas del jardín. Un hombre antipático trajo una caja algo mayor que la de un violín, forrada de seda azul con galones de plata, y por dentro guarnecida de raso blanco.

Formó del hermano de Maxi buen concepto, porque se lavaba poco y sabía mucho y no reñía a las pecadoras, sino que las trataba con dulzura, ofreciéndoles el matrimonio, la salvación, y hablándoles del alma y otras cosas muy bonitas.

¿Cómo lo sabe usted? murmuró ella impresionada por aquel hondo acento . Pues a se me figura que en las estrellas, que son tan bonitas y lucen tanto, no ha de haber penas, ni riñas, ni muertes, como acá.... ¡Si allí debe de ser la gloria! afirmó alzando la mano, para señalar al refulgente globo de Júpiter.

Margarita, Federica Brion, Carlota, Lilí, Olimpia, eran mujeres muy bonitas, pero absolutamente incapaces de molestar con su charla desde las plateas del teatro Real a los abonados de las butacas, los cuales, si no oyen la ópera en paz, en cambio tienen el honor de ser molestados por alguna dama ilustre, descendiente de los guerreros de la reconquista.

Las imágenes eran sonrientes, charoladas y bonitas, como si hubiesen salido de un escaparate de confitería. Los segmentos de la cúpula estaban ocupados por grandes escudos de las naciones donde la Orden ignaciana había adquirido más arraigo; las provincias de la Compañía, como ella las llamaba en su ensueño de dominación universal.

Me compró un aparato fotográfico perfeccionado, útiles de pirograbado, una caja de colores, las últimas novelas y los juegos de sociedad. ¡Todo en vano...! Me pagó vestidos para distraerme. Me ofreció lecciones de piano. ¡Todo me fastidiaba...! Una noche, al desnudarme delante de él, exclamó: «¡Qué piernas tan bonitas tienes, querida mía...!»

Cuando llegó el momento del canto, moduló con voz llena de dulzura, aunque emitida por la nariz, unas coplas llenas de sentimiento en que había una que envolvía todo un piropo, que venía como de molde: ¡Las muchachas bonitas Son perseguidas Como la azucarera Por las hormigas!

Acaso, acaso tenía sobrada razón la Comadreja. ¿De qué sirve ser un santo si al fin la gente no lo cree ni lo estima; si por más que uno se empeñe, no saldrá en toda la vida de ganar un jornal miserable; si no le ha de reportar el sacrificio honra ni provecho? ¿Qué han de hacer las pobres, despreciadas de todo el mundo, sin tener quien mire por ellas, más que perderse? ¡Cuántas chicas bonitas, y buenas al principio, había visto ella sucumbir en la batalla, desde que entró en su taller!

El P. Camorra estaba en su quinto cielo viendo tantas muchachas bonitas; se paraba, volvía la cabeza, le daba un empujon á Ben Zayb, castañeteaba con la lengua, juraba y decía: ¿Y esa, y esa, chupa-tintas? y de aquella, ¿qué me dices? En su contento se ponía á tutear á su amigo y adversario.

Palabra del Dia

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