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Actualizado: 9 de julio de 2025


Lo más tierno fue la historia de las queridas de Goëthe, tema que tenía muy preocupada a la de Körner desde muchos años atrás. El noble orgullo de Federica Brion, que no quiso casarse nunca, porque nadie era digno de la que había sido amada por Wolfgang, lo pintaba Marta con un calor sólo comparable al que despedían sus propias rodillas.

Margarita, Federica Brion, Carlota, Lilí, Olimpia, eran mujeres muy bonitas, pero absolutamente incapaces de molestar con su charla desde las plateas del teatro Real a los abonados de las butacas, los cuales, si no oyen la ópera en paz, en cambio tienen el honor de ser molestados por alguna dama ilustre, descendiente de los guerreros de la reconquista.

En sus amores, hay que atender a la nada severa moralidad de la época en que vivía. Y aun así, lo único censurable es el abandono de Federica Brion, cuya apoteosis hizo luego el poeta en la Clara de Egmont, en ambas Marías de Clavijo y de Goetz, en la Mignon de Wilchem Meister, y en la Margarita de Fausto.

Pero la verdadera apoteosis de Federica y la defensa de Goethe las hizo ella misma, cuando rehusó la mano de Reinhold Lenz, diciendo que «La que había sido amada por Goethe no podía pertenecer a otro hombre»; y cuando, más tarde, estando ya Goethe en la cumbre de su gloria, decía ella a los que la compadecían: «Era muy grande para , estaba llamado a muy altos destinos: yo no tenía derecho a apoderarme de su existenciaPalabras de santa resignación y de amor a toda prueba, que ennoblecen a Federica, pero que dan a la vez claro testimonio de que Goethe no fue tan malo; no destrozó duramente aquel corazón, donde dejó tan sublime concepto de propio y tan dulce recuerdo.

Palabra del Dia

godella

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