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Actualizado: 26 de junio de 2025
Yo vi a éstos avanzar por la carretera, y entre el denso humo distinguimos un hombre puesto al frente del valiente batallón y blandiendo con furia la espada; un hombre de alta estatura, el rostro desfigurado por la costra de polvo que amasaban los sudores de la angustia; de uniforme lujoso y destrozado en la garganta y seno, como si lo hubiera hecho pedazos con las uñas para dar desahogo al oprimido pecho.
Catalina le veía perfectamente, como en medio del día: allí estaba el viejo, y su lúgubre perfil se destacaba a unos diez pasos, con los ojos fulgurantes, blandiendo su larga flecha azul en las tinieblas y tratando de alcanzar a la labradora. ¿Qué hacer? ¡Someterse, sufrir su muerte!... Así los más firmes caracteres se sienten carcomidos por un destino fatal: la anciana se creía señalada de antemano; veía a aquellos hombres saltar como lobos, darse tajos y pararlos, a la luz de la Luna.
Todos tus pecados se vuelven contra mí. Tú y Dios sois los que debéis perdonarme, y me perdonaréis, porque he amado y sufrido mucho. Di que me perdonas; di un sí con los labios, un sí con la cabeza, aunque no salga del corazón. Mil veces sí dijo Angustias, con un grito sofocado, blandiendo en el aire la cabellera.
Y él, gritando mas, blandiendo el sobre, alzado sobre la punta de las botas, exclamó: ¡Son ciento veinte millones de pesetas sobre Londres, París, Hamburgo y Amsterdán, en letras a su favor! ¡A su favor, excelentísimo señor! ¡Por casas de Hong-Kong, de Shang-Hai y de Cantón, de la herencia del Mandarín Ti-Chin-Fú! Sentí temblar el mundo bajo mis pies y cerré un momento los ojos.
Ella, que no respetaba nada en el mundo, respetaba al clérigo por un sentimiento natural adquirido desde la cuna y, si se quiere, mamado con la leche. Ofreció una silla al Padre y otra al Hermano que acompañaba al Padre. No, no me siento dijo con áspera voz Gracián, blandiendo su sombrero de teja, como si fuera un montante para cortar cabezas ; nos vamos enseguida.
Se deja caer sobre el banco tan pesadamente, que una nueva nube de polvo blanco se alza a su alrededor; levanta los ojos hacia Juan, se sonríe, y acaba por decir a Gertrudis: Ve a buscar un cepillo. Gertrudis lanza una risotada y se va cantando. Cuando vuelve, blandiendo en el aire el objeto pedido, el molinero le dice en tono de mando: ¡Cepíllalo!
Oíase de un extremo al otro de la línea de Quiroga el tintín de las espuelas y de los fusiles de los soldados, que temblaban, no de miedo del enemigo, sino del terrible jefe que a su retaguardia andaba, corriendo la línea y blandiendo su lanza de cabo de ébano.
Y, blandiendo un áspero estropajo, yo pensaba que, para hacer de España un todo ordenado y armónico, puede haber varios procedimientos; pero que el primero debe consistir en unir materialmente unas regiones con otras construyendo caminos y ferrocarriles que anden. Galicia es una tierra de sardinas y de políticos. Las sardinas nacen unas de otras, y los políticos, también.
¿Iba a insultar a una mujer, él, un noble? ¿Y por qué? ¿A causa de aquel guapo oficial a quien sonreían las muchachas? Que no se ponga en mi camino exclamó blandiendo el látigo con una violencia que hizo encabritarse a su caballo. Hola, sobrino... ¿Con quién diablos disputas? El señor Neris, apoyado en su bastón, apareció en la linde del bosque.
Los australianos, que temían que se les escapara su presa, no cejaban, a pesar de los incesantes disparos de Hans y de Cornelio. Adelantábanse, aunque lentamente, blandiendo las azagayas, las hachas y los bomerang, vociferando como locos y prorrumpiendo en aullidos feroces cada vez que uno de ellos caía a tierra, muerto o herido por un disparo.
Palabra del Dia
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