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Al cabo de una hora irguieron la cabeza; por el lado opuesto del bizarro rancho de dos pisos el inferior de barro y el alto de madera, con corredores y baranda de chalet habían sentido los pasos de su dueño que bajaba la escalera. Míster Jones, la toalla al hombro, se detuvo un momento en la esquina del rancho y miró el sol, alto ya.

En esto, se llegó a él un soldado bizarro, sobrino del Alcalde, y sin más ni más alzó la mano, y le dió un bofetón, tal, que le hizo volver de su embelesamiento y le hizo acordar que no era Andrés Caballero, sino don Juan y caballero; y arremetiendo al soldado con mucha presteza y más cólera, le arrancó su misma espada de la vaina, y se la envainó en el cuerpo, dando con él muerto en tierra.

Los mozos avanzan hacia ellas y se los piden para besarlos. Telva y Eladia salían juntas. El bizarro Quino las ve y se encamina hacia ellas. Va á demandar á Telva su escapulario; pero con arranque caprichoso ó tal vez para mostrar su omnipotencia, lo pide á Eladia.

En medio de ella, como magnífico retrato de Claudio Coello, encerrado en su marco, apareció un galán muy bizarro y apuesto, con traje e insignias de capitán, larga espada al cinto, airosas plumas en el sombrero que llevaba en la diestra, rica cadena de oro y veneras que en su pecho brillaban y espuelas, de oro también, asidas a sus amplias botas de camino.

Bendíjola fray Diego que, por ser el sacerdote más bizarro y el más firme bebedor de anisado de la capital, gozaba de gran prestigio entre la oficialidad. Asistieron al acto más de veinte damas y casi otros tantos caballeros. En cuanto terminó se trasladaron todos a la Granja para pasar allí el día. Por hallarse tan cerca de la población no se necesitaban carruajes.

El bizarro joven no abandonaba aquella sonrisa de ironía maliciosa. Guardó silencio un instante, y dijo al cabo: ¿Sabe usted, tía, qué nombre damos entre nosotros al casarse de este modo? ¿Cómo? Tomar estiércol. La marquesa sonrió con el borde de los labios; pero poniéndose grave en seguida, replicó: No; aquí no se puede decir eso, Pepe. Te repito que esa niña merece un partido brillante.

Un marinero catalan llamado Berenguer, que en la jornada de este dia se halló sobre un buen caballo, y con lucidas armas despojos de la victoria pasada, anduvo entre los enemigos tan bizarro, que Miguel por entrenabas causas le tuvo por algun señalado Capitan de nuestra nacion, y con deseo de mostrar su esfuerzo, se fué para él, y le dió una cuchillada en el brazo izquierdo.