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Actualizado: 4 de julio de 2025


8 Toma la vara y reúne la congregación, y Aarón tu hermano, y hablad a la peña en ojos de ellos; y ella dará su agua, y les sacarás aguas de la peña, y darás de beber a la congregación, y a sus bestias. 9 Entonces Moisés tomó la vara de delante del SE

Al llegar cerca de la plaza echábanse a un lado los jinetes, dejando paso libre a las bestias, y éstas, con el impulso de su carrera y la rutina de seguir a los cabestros, metíanse en «la manga», callejón formado de empalizadas que las conducía a los corrales. Los garrochistas de afición felicitábanse por el buen éxito del encierro.

Como si callaran; que nosotros, los probes, vamos por onde nos llevan, ¡y gracias que así y todo!... Conque ¡ea!, se agradece el osequio y la alabanza, y hasta otra. ¡Pero oye un momento!... No puede ser, que se me van las bestias, y temo que hagan alguna que me cueste los cuartos. ¿Lo ven ustedes? decía don Simón, muy amoscado, volviéndose hacia sus consejeros.

«Si esta pavisosa pensó Santa Cruz mirándola también , viera con qué donaire se sienta en un puff Sofía la Ferrolana, tendría mucho que aprender. Lo que es esta, ni a palos aprenderá nunca esas blanduras de la gata, esos arqueos de un cuerpo pegadizo y sutil que acaricia el asiento ¡Ah!, ¡qué bestias nos hizo Dios!...».

Según los historiadores, cuando regresó el rey René de Anjou de su desventurada expedición de Nápoles en 1442 entre los obsequios que recibió al detenerse en Florencia, fué el de una leona que estimó mucho, porque era, aficionado á las bestias raras .

Sentía deseos de pedir a Dios que hiciese un milagro, que le convirtiese en uno de aquellos niños, destinados a ser bestias de carga para el bienestar de sus semejantes, pero que al menos tenían una madre que los amaba sin distinguirlos y no se vendía a pesar de su miseria. Sintió de pronto en sus manos la caída de algo caliente que resbalaba sobre su epidermis. Lloraba.

Y sin embargo, bien sabía Dios que él no había hecho mas que defenderse; que sólo deseaba mantener á los suyos sin causar daño á nadie. ¿Qué culpa tenía de encontrarse en pugna con unas gentes que, como decía don Joaquín el maestro, eran muy buenas, pero muy bestias?... Terminaba la tarde; el crepúsculo cernía sobre la vega una luz gris y triste.

¿Eran posibles más desgracias?... , aún quedaban otras. En aquella barraca, ni las bestias se libraban de la atmósfera envenenada de odio que parecía flotar sobre su techumbre.

A Gabriel le gustaba, por su silencio y su imponente soledad, aquel mundo extraño aposentado en la cabeza de la catedral. Era una selva de maderos poblada de bestias lúgubres que vivía olvidada en el interior de la bóveda craneal del templo. El buen Dios tenía una casa para los fieles y un inmenso desván para las bestias del espacio.

5 Yo hice la tierra, el hombre y las bestias que están sobre la faz de la tierra, con mi gran potencia y con mi brazo extendido, y la di a quien fue recto a mis ojos. 7 Y todos los gentiles le servirán a él, y a su hijo, y al hijo de su hijo, hasta que venga también el tiempo de su misma tierra; y le servirán muchas naciones y reyes grandes.

Palabra del Dia

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