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»Por lo cual, levantando en alto aquesta cruz que aquí ves, nos azotamos ásperamente muchas veces al pie de ella, pidiendo á Dios misericordia y perdón de nuestras culpas: cesó al punto la pestilencia, de suerte que desde aquella hora en adelante no murió ninguno de los tocados de la peste, y ninguno de los sanos enfermó del contagio; y una noche estando presentes muchos del pueblo que lo vieron, bajó del cielo un mancebo bellísimo con el rostro muy resplandeciente, y postrado en tierra la adoró; desde entonces tenemos nosotros en gran veneración á este santo madero, y deseamos abrazar cuanto antes la fe de JesucristoHasta aquí el buen cacique.

El sol próximo á su ocaso entre purpurinas nubes, iluminaba con luz suave los alegres campos y rozaba de soslayo los primeros árboles del bosque, poniendo entre las ramas toques inimitables de oro y rojo. Admiró Roger el bellísimo paisaje, pero sin detenerse, porque según sus informes lo separaba todavía una legua larga del primer mesón donde se proponía pasar la noche.

Fuera de Sevilla podemos citar un tipo de casa esencialmente plateresco, bellísimo por cierto, y acreedor á una monografía, que por lo menos nos conserve su memoria, pues, dado el relativo abandono en que se encuentra, sinó desaparece, sufrirá las consecuencias de restauraciones que la priven de su carácter primitivo adulterando sus preciosos ornatos. Nos referimos á la casita del Sr.

Sus ondas son de un verde pálido bellísimo; su navegacion es activa y muy importante; sus borrascas no muy frecuentes pero violentas; su temperatura suave y deliciosa durante las noches de verano, pero fuerte y enérgica durante el dia. El canton de Zuric es uno de los mas ricos, fuertes, importantes é ilustrados de la Confederacion.

Algún español hubo de visitar la ermita, porque en un muro alcancé á ver cierta interjeccion característica. Al asomarse por alguna de las ventanas se descubre al frente un bellísimo paisaje, pero se siente vértigo al sondear con la mirada el abismo. El Sarina se desliza en el fondo, limpio y silencioso, á mas de 100 metros de profundidad.

Los mármoles parecían encerrar en su seno transparente hojas de vegetaciones inverosímiles; los muebles, por sus formas, incitaban a la voluptuosidad o al reposo; los tapices caían discretamente ante las puertas; los rasos y los flecos guardaban en la urdimbre de sus tramas los colores del iris; había canastillas de orquídeas australianas mezcladas con flores de cristal que despedían rayos luminosos; libros cubiertos de oro, que atesoraban en sus páginas el oro aún más puro del pensamiento humano, y todo ello en desorden bellísimo se reflejaba en espejos que, como poseídos de codicia, multiplicaban hasta lo infinito las riquezas.