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Actualizado: 13 de junio de 2025
LA CHOUTE. ¡Mejor todavía...! ¡La señora de Lenclos soy yo...! LA CHOUTE. ¡Cuando yo te lo digo...! ¡Pero procura callártelo, porque me arruinarías...! BEAUVALLON. ¡Vaya una historia...! LA CHOUTE. ¡Es un cuento de hadas, amigo mío!
Te juro, guapo destrozador de corazones, que será una bonita lección de cosas, de la que saldrás disgustado. En fin, puesto que lo deseas, no puedo negártelo. En este preciso instante llega una cliente. ¡Escóndete en el compartimiento número uno, y, sobre todo, no te muevas...! Introduce a Beauvallon en uno de los exiguos compartimientos, y corre las cortinillas de entrada.
LA CHOUTE. Son raros, ¿comprendes...? A cada consulta solicitada va unido un secreto doloroso, la confesión de una pasión. Por lo general, las mujeres no quieren ser bellas para ellas solas. Casi todas procuran embaucar a un amante más joven que ellas o a un viejo que no ama mas que a las jóvenes. ¡Si oyeras lo que se dice en estos compartimientos! BEAUVALLON. ¡No deseo otra cosa...!
BEAUVALLON. ¡Qué desabrida eres...! ¡Así recibes a tu antiguo compañero, a tu interlocutor en «La Caja Fauré»...! LA CHOUTE. ¡No tengo tiempo de charlar, amigo mío...! ¡Vuelve más tarde, a las seis, cuando esté cerrada la tienda...!
Cuanto más se esfuerzan ellas por rejuvenecerse, más envejecen. ¡Si supieras, Beauvallon, las miserias de que soy confidente...! Hay mujeres cuyo cuerpo permanece joven y apetitoso, y de las que solamente se ve el rostro, que ya está feo. He aquí la injusticia de la suerte: el cuerpo y el semblante no se ponen de acuerdo para agostarse.
Esto me adula ¿lo comprendes? y le digo: «¡Oh, caballero...! Puede usted fumar... ¡No me molesta...!» Iníciase la conversación. Al cabo de cinco minutos le había referido mi vida. BEAUVALLON. ¡Es una justicia que hay que hacerte...! ¡Tú cuentas tu historia a todo el mundo...! LA CHOUTE. Escuchóme él con interés, y después me dijo: «¡Está usted perdiendo el tiempo, hija mía!
BEAUVALLON. ¡Desgraciada...! ¡El enamorado de esa dama, el enamorado para quien ella quiere rejuvenecer... soy yo...! LA CHOUTE. ¡Imposible...! BEAUVALLON. ¡Y yo estaba loco por esa mujer...! ¡Después de lo que sé, no la veré más...! LA CHOUTE. ¡Quia, amigo mío...! ¡Déjate de historias...! ¡No vas a quitarme una cliente de treinta mil francos...!
LA CHOUTE. ¡No puedo violar el secreto profesional...! BEAUVALLON. ¿Ni siquiera para mí...? LA CHOUTE. Ni siquiera para ti. Y, además, ¿no tienes nada urgente que hacer...? ¡Te conozco...! ¡Deben esperarte...! BEAUVALLON. ¡Que me esperen...! ¡Te lo ruego, La Choute...! ¡Permíteme asistir a una de tus consultas...!
BEAUVALLON. ¿Y obtienes buenos resultados...? LA CHOUTE. ¡Desde luego...! Durante algunos días borro las arrugas, revoco las fachadas y fabrico juventudes. Después, la edad recobra sus derechos; la cliente vuelve. ¡Qué demonio! Yo no puedo luchar mucho contra el tiempo. Llega siempre un momento en que las viejas son viejas.
Palabra del Dia
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