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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Por último, habiendo llegado á Vegalora cierto ingeniero belga para dirigir el laboreo de unas minas de D. Baltasar, tomó algunas lecciones de francés y trabó conocimiento por su mediación con los más acreditados y flamantes novelistas de la nación vecina, Alfonso Karr, Julio Janin, Teófilo Gauthier, Octavio Feuillet y otros.
Don Baltasar es muy suave, pero eso no quita, no, señor; don Baltasar conspiraba... Y si no, ¿por qué andaban hoy en palacio tan graves y tan cariacontecidos el conde de Olivares y el duque de Uceda sin poder entrar en la cámara del rey? ¿Y por qué estaba tan alegre el duque?
Pues yo bien vuelvo las hojas; en mí no consiste dijo risueño Baltasar . Y debe usted esmerarse, pollita, que estoy de días, y Palacios la oye a usted boquiabierto y entusiasmado. ¡Bueno! gritó la mujercita de trece años, suspendiendo de golpe su fantasía . Me están ustedes cortando... ea, ya no sé poner los dedos.
Retrato de medio cuerpo de Felipe IV. Idem de su primera mujer doña Isabel de Borbón. Retrato en pie del Príncipe Don Baltasar Carlos. Retrato de medio cuerpo de doña Mariana de Austria, segunda mujer de Felipe IV. Retrato de la Infanta doña Margarita, hija de Felipe IV. Retrato de la misma. Retrato del Príncipe Felipe Próspero, hijo de Felipe IV. Museo del Louvre.
Mientras Baltasar se divierte con sus compañeros y compañeras, al son de agradable música, la Muerte se confunde con sus servidores, é intenta de nuevo atraerlo al buen camino; pero su voz no se oye en el estrépito de la fiesta. El plazo concedido termina ya; la Muerte presenta una copa á Baltasar.
Callose don Francisco de Rivalta, que bien pudiera haber patentizado la verdad; pero como la honra, de mi madre quedaba a salvo, y venganza quería tomar por su mano de don Baltasar de Peralta, guardó el secreto.
Había llegado Baltasar al mayor número de pulsaciones que determinaba en él la calentura amorosa. Su pasión, ni tierna, ni delicada, ni comedida, pero imperiosa y dominante, podía definirse gráfica y simbólicamente llamándola apetito de fumador que a toda costa aspira a fumar el más codiciadero cigarro que jamás se produjo, no ya en la Fábrica de Marineda, sino en todas las de la Península.
¿Pues quién ha de ser, tía Zarandaja, más que el capitán don Baltasar de Peralta, que Dios confunda, que cada vez más empeñado por esa doña Guiomar de mis culpas, y celoso, y con más furia que una rabiosa pantera hircana por lo de la música anoche, y porque doña Guiomar salió a sus miradores a oírla, empeñado está en acabar de una vez, y en meterle todo a barato, y a salga lo que saliere, aunque lo que hubiera de salir fuese la destrucción y acabamiento del mundo?
Cogiose del brazo de la viuda y pronto se confundieron en la oscuridad del fin de la calle sus espaldas, erguidas con dignidad propia de espaldas de destronadas reinas. Baltasar se volvió hacia su madre. Pero, mamá... pronunció. ¡Chsss! murmuró ella en voz baja, casi al oído del mancebo... . Eres un bolo, que te comprometes en público con ellas, y tienen medio perdido su asunto.
Desempeñando este cargo falleció don Baltasar en España, tres o cuatro años después. El conde de Castellar acostumbraba todas las tardes dar un paseo a pie por la ciudad, acompañado de su secretario y de uno de los capitanes de servicio; pero antes de regresar a palacio, y cuando las campanas tocaban el Angelus, entraba al templo de Santo Domingo para rezar devotamente un rosario.
Palabra del Dia
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