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A medida que la chiquilla atendía más, Perucho se ingeniaba en traerle juguetes inventados por él, que la divertían infinito. No se sabe lo que aquel galopín discurría para encontrar a cada paso cosas nuevas, ya fuesen flores, ya pajaritos vivos, ya ballestas de caña, ya todo género de porquerías, que era lo que más entusiasmaba a la pequeña.

Para idea de las armas portátiles se han dispuesto en la Cámara y en la batería panoplias compuestas de corazas, capacetes, espadas, lanzas, picas, hachas de armas y de abordaje, adargas, ballestas, bolsas con virotes, obras de balas, frascos de pólvora y espingardas.

Dejad á ese bandido tendido en el polvo. Y ahora, muchachos, formad en línea, á bastante distancia uno de otro, y empiece el ojeo; aprestad las ballestas y yo os procuraré caza como el mismo rey no puede tenerla. Norris, aquí, á la izquierda; Jacobo el Rojo á la derecha. Eso es. Mucho ojo con los matorrales, y un cuartillo de vino para el buen tirador que acierte á la pieza.

Al principio pensó que algún tercio de soldados pasaba por aquella parte, y por verlos picó a Rocinante y subió la loma arriba; y cuando estuvo en la cumbre, vio al pie della, a su parecer, más de docientos hombres armados de diferentes suertes de armas, como si dijésemos lanzones, ballestas, partesanas, alabardas y picas, y algunos arcabuces, y muchas rodelas.

Corriente y gracias. Vuestro pabellón ondeará en la proa y el mío á popa. Os daré como vanguardia vuestros cuarenta hombres y otros tantos arqueros míos. Cincuenta hombres más con mis escuderos formarán la guardia de popa. Los demás en el centro y á los costados del barco, á excepción de una docena armados de arcos y ballestas, que irán á las cofas. ¿Qué os parece la distribución? Inmejorable.

Sobre las cómodas ventrudas veíanse santos policromos y crucifijos de marfil, entre polvorientas flores de trapo, bajo campanas de cristal. Una panoplia de ballestas, flechas y cuchillos recordaba a un Febrer, capitán de corbeta del rey, que hizo un viaje alrededor del mundo a fines del siglo XVIII. Conchas purpúreas, caracolas de mar enormes, con entrañas de nácar, adornaban las mesas.

En fin, al alistarse las 17 naves con que emprendió el Almirante el segundo viaje llevando 1.500 hombres, se ordenó por cédula dada en Barcelona á 23 de Mayo de 1493, que se le entregaran 100 espingardas y 100 ballestas, resultando aún menor la proporción.

Pero ven acá, doctorcillo mío, y déjame explicarte lo que tengo en mientes. Has de saber que no sólo necesitamos soldados y ballestas. En primer lugar, por cada pergamino que se ve en Inglaterra hay que escribir ó descifrar veinte en Francia.

Llegando a las manos y diciéndose palabras mayores, y tan grandes, que alcanzaron a los maridos; y sacando unos con otros las espadas, comenzó una batalla de comedia, metiéndolos en paz los mozos de mulas con los frenos que acababan de quitar; y dejándolos empelotados, se salieron don Cleofás y el Cojuelo de la venta al camino de Andalucía, quedándose abrasando a cuchilladas la compañía que fuera un Roncesvalles del molino del papel si el Ventero no llegara con la Hermandad en busca de los dos que se fueron, para prendello, con escopetas, chuzos y ballestas; y hallando esta nueva matanza en su venta, y jarros, tinajas y platos hechos tantos en la refriega, los apaciguaron, y prendieron a los dichos representantes para llevarlos a Ciudad Real, habiendo de tener otra pelaza más pesada con el alguacil que los traía a Madrid por orden de los arrendadores, con comisión del Consejo .

El miriñaque, con su ruedo de ballestas y flejes, con su amplia circunferencia, era un atavío absurdo, es decir, nos parece ahora extravagante, pues en su época era natural, lógico y aun estético, porque el uso y la costumbre forman una segunda naturaleza. El hábito hace que la locura sea razonable. Dentro del miriñaque el cuerpo iba suelto, desabrigado, como dentro de una nube.