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Era un alma adusta y severa aquélla que había creído que era preciso amputar a la Francia todos sus miembros aristocráticos para cimentar la revolución. «Nuestros nombres decía Danton bajarán a la posteridad execrados, pero habremos salvado la RepúblicaEl terror entre nosotros es una invención gubernativa para ahogar toda conciencia, todo espíritu de ciudad, y forzar al fin a los hombres a reconocer como cabeza pensadora el pie que les oprime la garganta; es un desquite que toma el hombre inepto armado del puñal para vengarse del desprecio que sabe que su nulidad inspira a un público que le es infinitamente superior.

Aunque serena, la noche fruncirá su ceño, y las estrellas, de lo alto de sus tronos celestes, no bajarán más sus miradas con un resplandor parecido al de la esperanza que se concede a los mortales; pero sus órbitas rojas, desprovistas de todo rayo, serán para tu corazón marchito como una quemadura, como una fiebre que querrá unirse a ti para siempre.

Hay que pensar hasta en lo que han de comer por el camino esos irracionales... ¡Y todo esto en un solo departamento, que parecerá un arca de Noé! Felizmente conocemos al conductor, y María y yo, después que cenemos en Ávila, nos pasaremos a una berlina-cama... Llevo a Asunción... no puedo vivir sin mi doncella. Los bultos de mano, creo que no bajarán de veinticuatro.

Para Paris no será alto, señora, pero mis nervios no tienen el gusto de Paris; Paris no me ha dado otros nervios, y con permiso de Paris, he resuelto volverme al piso principal. Suban ustedes otro poco, es aquí; verán ustedes qué vista tiene. Si no les acomoda, bajarán; pero examinen siquiera la habitacion.

Y no hables tanto, ahora; volverá a subirte la fiebre. En esto bajó Zoraida para pedir a Julio que hiciera compañía a la abuelita. Era preciso tranquilizarla de cualquier modo; ya resultaban inútiles los esfuerzos que ella y Eduardo hacían para darle a entender que no tenía gravedad el estado de Laura. A toda costa quería que la bajaran en una camilla.

De América las vírgenes Con mano temblorosa, La cabellera frígida, Sangrienta y polvorosa De las heróicas víctimas, Con flores ceñirán. Entre perfumes célicos Y grata melodía De cánticos suavísimos, Hasta la tumba fria Entre aureolas fúlgidas Los héroes bajarán. Sobre la huesa húmeda Donde su lauro brilla, Los pueblos redimidos Doblando la rodilla, Al trono del Altísimo Plegarias alzarán.

Sólo hemos visto a Tirso una o dos veces, siendo muy pequeños, y dentro de pocas horas vamos a tenerle aquí. Iré a buscarle a la estación y le conoceré por los hábitos; si no, tendrían que decirme: «ese es.» ¡Estaría gracioso que bajaran al mismo tiempo del vagón dos curas jóvenes!