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Y que esto hecho, le hagan tender los brazos al tal novel, é que aquellos sus parientes que allí andan con él como padrinos, le dén ciertos azotes en los brazos con unas hondas, para que se acuerde y tenga memoria de la tal jura que allí hace y merced que le fué hecha.

A estos se llegaban otros cuatro hombres, rapantes como leones de armas, todos agrillados, gente de azotes y galeras, chilindrón legítimo. Decían ellos que presto podrían decir que habían servido a su Rey por mar y por tierra. No se podrá creer la notable alegría con que aguardaban su despacho.

Don Pompeyo llevaba los pies encharcados, y era sabido que la humedad le hacía mucho daño, le ponía nervioso y con esto se le achicaba el ánimo. No hay Dios, es claro, iba pensando, pero si le hubiera, podría creerse que nos está dando azotes con estos diablos de aguaceros. Llegaron a lo alto, a la cima de aquella loma.

El hambre y la bancarrota que la afligían al presente, así como la pérdida de la Invencible Armada, ¿qué eran sino los azotes provocados por su tolerancia con los moriscos y los herejes? Roma era para Dios su solio en el mundo; España, su hierro, su diestra siempre armada, su ejército de arcángeles. Roma era la ciudad de Pedro, del Pontífice y del mártir.

¡Voto a tal! -dijo a esta sazón Sancho-. No digo yo tres mil azotes, pero así me daré yo tres como tres puñaladas. ¡Válate el diablo por modo de desencantar! ¡Yo no qué tienen que ver mis posas con los encantos! ¡Par Dios que si el señor Merlín no ha hallado otra manera como desencantar a la señora Dulcinea del Toboso, encantada se podrá ir a la sepultura!

En estos pasos estaban, cuando la superchería fué descubierta y condenadas más tarde... ¡Los 100 ducados del dote se convirtieron en 100 azotes y en pasar la vergüenza de la exhibición, si es que las dos mozas la tenían!

En fin: sabe Facundo que un joven Rodríguez, de lo más esclarecido de Tucumán, ha recibido carta de los prófugos; lo hace aprehender, lo lleva él mismo a la plaza, lo cuelga y le hace dar seiscientos azotes.

Tonta, retonta, el de darme algunos azotes en memoria de los que recibió Nuestro Señor y todos los santos y santas a su ejemplo. ¡Señorita, qué está usted diciendo! ¿Cómo se le ha metido una cosa como esa en la cabeza?

Ahora te ha dado por proteger a ese Tenorio fiambre, y le quieres más que a , y a él le atiendes y a no, y de él te da lástima, y a , que tanto te quiero, que me parta un rayo». Rompió a llorar la señora, y Benina que ya sentía ganas de contestar a tanta impertinencia dándole azotes como a un niño mañoso, al ver las lágrimas se compadeció.

Llegó una vez á una Ranchería de infieles con el semblante tan desfigurado, tan falto de fuerzas y pobre de vestido, que por burla preguntaron aquellos infieles á sus compañeros si era el Padre algún esclavo fugitivo de los españoles á quien hubiesen tan malparado á golpes y azotes.