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Actualizado: 21 de octubre de 2025


El segundo que reina es Cristo, y con él la compasión y también el amor; pero un amor mezclado, con mortificaciones, penitencias, ayunos, lágrimas, vigilias y hasta azotes, de todo lo cual el Sr. Gener gusta poco o nada. Pero afortunadamente, y para que el Sr. Gener quede complacido, el tercer reinado va pronto a empezar cuando menos nos percatemos de ello.

Salió con coroza al Auto y vela verde en las manos; leyósele su sentencia con méritos, abjuró de levi, fue condenada en doscientos azotes y cinco años de destierro, los dos primeros confinada en una villa de este Reino, los otros tres a arbitrio del Tribunal y fue gravemente advertida, reprendida y conminada.

-Eso no -dijo Sancho-; vuesa merced se esté quedo; si no, por Dios verdadero que nos han de oír los sordos. Los azotes a que yo me obligué han de ser voluntarios, y no por fuerza, y ahora no tengo gana de azotarme; basta que doy a vuesa merced mi palabra de vapularme y mosquearme cuando en voluntad me viniere.

No tardó el conde en fijarse en la linda muchacha, cuyo donaire y gracejo no podía pasar inadvertido, y llamándola aparte le dijo estas mismas palabras: ¿Qué haces aquí? Señor, estoy sirviendo de moza. Y como viera el Asistente que contestaba con turbación, añadióle: Mira que soy el conde de Puñonrostro y si no me cuentas la verdad tengo que mandarte dar doscientos azotes...

El tribunal de la Inquisición sentenció á Briguela á sufrir doscientos azotes por las calles de la ciudad á hacer duras penitencias por determinado tiempo y á ocho años de destierro de los cuatro reinos de Andalucía.

Los azotes habían dejado ya algunos surcos de color de rosa en su cándida epidermis, sin que hubiese pedido tregua. Mas llegó un instante en que el bárbaro instrumento hizo saltar sobre ella una gota de sangre.

¡Mi papá! exclamó Andresito con terror infantil, como si temiese una mano de azotes por la travesura. Calla, memo, no te asustes. Yo «distingo» más que , y creo que nuestro noviazgo es ya pan comido para la mamá y tu padre. ¡Entonces...!

Pudieron persuadir á un moro que llevase cartas de Cervantes al gobernador de Orán para probar de nuevo, si era posible, librarse á mismo del cautiverio y á otros tres compañeros. Pero el rey Hassán descubrió el proyecto, empaló al mensajero y condenó á Cervantes á 2.000 azotes en castigo de haber escrito la carta.

Tentóse, oyendo esto, la garganta don Quijote y dijo, volviéndose al duque: -Por Dios, señor, que Dulcinea ha dicho la verdad, que aquí tengo el alma atravesada en la garganta, como una nuez de ballesta. ¿Qué decís vos a esto, Sancho? -preguntó la duquesa. -Digo, señora -respondió Sancho-, lo que tengo dicho: que de los azotes, abernuncio.

Creció con los años su devoción, pero no hipócrita, sino devoción verdadera, legítimo fervor cristiano. Tenía grandes visiones, y en llegando la Cuaresma se disciplinaba, y decían los criados que en las altas horas de la noche sentían los azotes que se daba.

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