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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Pero cuentan con el auxiliar poderoso de los tontos y del sentimentalismo femenil, que avanza en su busca y se ofrece, diciéndoles: «Dominadnos, haced de nosotros lo que queráis, y dadnos en cambio el cielo.» Aresti no creía, como los enemigos de la Compañía en otros tiempos, en la grandeza y el poder del jesuitismo. La sabiduría de sus individuos era una leyenda.
Y como diez años antes, los sollozos redoblaron, y como entonces me respondió bajo sus brazos: No, no...¡Es demasiado tarde!... Las noches en que hay luna, el sepulturero avanza por entre las tumbas con paso singularmente rígido. Va desnudo hasta la cintura y lleva un gran sombrero de paja. Su sonrisa, fija, da la sensación de estar pegada con cola a la cara.
Juan no ve nada de eso; no ve más que la sombra allá arriba, y el brillo del hacha. Unos pasos más, y la muerte caerá sobre él. Entonces, ante lo inminente del peligro, acude a su memoria el recuerdo de su madre y lo que ella dijo un día a Martín furioso: ¡Piensa en Fritz! grita a su hermano que avanza.
Iban hablando con arreglo á sus gustos y á los azares de su profesión. Los roturadores de tierras mencionaban el alpataco, odioso arbusto del país, que yergue sobre el suelo una cabellera vegetal de escasa altura, y en cambio avanza sus raíces hasta una distancia de treinta metros. Su madera era dura como el bronce y hacía rebotar las hachas, rompiéndolas muchas veces.
A la izquierda se yergue el cabezo árido de Cabreras; a la derecha el monte de Castalla avanza decidido; se detiene de pronto en una mella enorme; en el centro, sobre el azul del fondo, resalta el ingente peñón de Sax, coronado de un torreón moruno.
Detrás del bosque de pinos, cuya corona sombría y silenciosa domina todo ese movimiento, se enciende un resplandor de oro; dentro de media hora la luna verterá sobre aquella escena su luz sonriente. Juan avanza a pasos lentos entre las tiendas; se detiene delante de la posada de la Corona y mira por la ventana.
El muelle es un espolón de piedra que arranca de la calle mencionada hacia su promedio y avanza poco más de cien varas por el mar. Bajase a él por una rampa suave donde hay media docena de tabernas por lo menos y dos cafetuchos, el de la Marina y el Imperial. Unas y otros hierven de gente a todas horas, pero muy especialmente a la del crepúsculo, cuando llegan del mar las lanchas pescadoras y termina sus faenas la tripulación de los pataches y quechemarines anclados.
Nada podía ver, pues la obscuridad lo cubría todo, pero yo sabía que era una tropa de cosacos que recorría la frontera. Entonces cerré los ojos y soñé: un grupo de jinetes avanza; a su cabeza viene el hijo del Rey, rubio y magnífico, sobre su blanco palafrén.
La independencia era un hecho ya y su consagración definitiva, Junín, Ayacucho, cuestión de días más. ¿Y luego? ¿Ser dictador del Perú, crear, por un movimiento de orgullo, ese absurdo de Bolivia, rotulándolo con su nombre, volver a Buenos Aires, hacerse dictador en el hecho, saltar una tarde por la ventana ante la conspiración que avanza, salvado por su querida, para ir a pasar la noche bajo el arco de un puente miserable y salir al alba con el rostro lívido y el traje maculado?... No, San Martín no era el hombre de ese corte.
Hasta la noche parece haber enmudecido sobrecogida. Intenta la familia cerrar las hojas y no puede, como si tropezasen con un cuerpo invisible, con alguien que asoma y se detiene indeciso, antes de orientarse. Y después, el ser misterioso avanza por la sala. Nadie le ve, pero se adivinan sus pasos sobre el tapiz, presienten todos que algo pasa ante la lámpara verde.
Palabra del Dia
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