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Actualizado: 29 de mayo de 2025
La gravedad de doña Luz y del Padre cortaba los vuelos a todas las audacias de doña Manolita, quien jamás se propasó a dirigir al Padre, ni en broma y con rodeos y perífrasis, la indirecta más oscura sobre la pasión que en él imaginaba. Doña Manolita siguió, no obstante, observando. Pepe Güeto observó también. Ambos esposos se comunicaban luego lo que habían observado.
Era la corazonada misteriosa que en el redondel le hacía desoír las protestas del público, lanzándose a las mayores audacias siempre con excelente resultado. Cuando salió ella del templo, volvió a mirarle sin extrañeza, como si hubiese adivinado que iba a esperarla en la puerta.
y aunque esclavos feroces y muros densos, á audacias de galanes ponen respeto, ama la hermosa, que no hay puertas ni muros que amor no rompa. Nace en la ardiente vida y allí se esconde, que el alma tiene el gérmen de los amores, y comprimidos, se exhalan misteriosos en los suspiros.
¡El primer matador del mundo!... Y aquí estoy yo, para el que diga lo contrario. El resto de la corrida apenas llamó la atención. Todo parecía desabrido y gris tras las audacias de Gallardo. Cuando cayó en la arena el último toro, una oleada de muchachos, de aficionados populares, de aprendices de torero, invadió el redondel.
Pero cuando estaba cerca de ella, el rubor desaparecía y sentía en su interior audacias que le asombraban. Ya no se conformaba con esperar que Tónica fuese a la tienda de Las Tres Rosas.
La puerta del Reloj, llamada también de la Feria, con sus rudas esculturas de hierática rigidez y el tímpano cubierto de compactas escenas de la Creación, contrastaba con la puerta del otro extremo del crucero, la de los Leones, o, por otro nombre, de la Alegría, construida doscientos años después, risueña y majestuosa a la par como la entrada de un palacio y revelando ya las carnales audacias del Renacimiento, que pugnaba por aposentarse entre las rigideces de la arquitectura cristiana.
Es un combate mudo, en que no se miden fuerzas, sino audacias de parte del uno, y astucia y amaño por parte del otro. Esta lucha entre Quiroga y Rosas es poco conocida, no obstante que abraza un período de cinco años. Ambos se detestan, se desprecian, no se pierden de vista un momento, porque cada uno de ellos siente que su vida y su porvenir dependen del resultado de este juego terrible.
Aunque era partidario de las audacias financieras, siempre que pensaba en la posibilidad de poner en práctica sus entusiasmos surgían en él la prudencia y la desconfianza, los escrúpulos de la rutina comercial, como una herencia de raza. Por esto sintió cierta inquietud al oír a Micaela que deseaba dedicar sus ahorros a un negocio tan afortunado.
Ahora, el Mosco tenía otro perro, el segundo Puesto en ama, una verdadera alhaja, pero de menos mérito que el otro, y con él continuaba sus expediciones de «dañador», sus audacias de furtivo, saliendo de ellas en algunas ocasiones chorreando sangre, pero abriéndose paso siempre por entre los disparos de los guardas y los galopes de los vigilantes montados. ¡El plomo que aquel hombre llevaba en el cuerpo!...
Me saqué el sombrero y saludé con respeto a aquel mártir, que salía de los salones de París, para ir a reinar sobre la isla tropical. Las fantasías más atrevidas de Goya, las audacias coloristas de Fortuny o de Díaz, no podrían dar una idea de aquel curiosísimo cuadro.
Palabra del Dia
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