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Actualizado: 9 de junio de 2025


Allí viven en paz y fraternalmente el montañes y el habitante de los valles y las planicies, el franco-italiano y el aleman, el católico y el protestante; como viven en paz el Canton y la Confederacion, el individuo y la municipalidad. ¿A qué atribuir esa feliz situacion, que contrasta con el antagonismo en que viven las razas, las religiones, las clases sociales y los intereses en la mayor parte de los Estados europeos?

Un día llegó á la casa un soldado con una cédula de aposento; fué aposentado, y vivió con nosotros algunos días: Margarita cambió; se puso triste, esquivaba mi compañía, y no sólo mi compañía, sino la de todo el mundo... Yo no sabía á qué atribuir aquella tristeza; la preguntaba y me respondía sonriendo: No estoy triste. Su sonrisa desmentía sus palabras.

Nada, que Mesía, como era natural, se opuso; dijo que Quintanar y todo Vetusta podían atribuir a miedo su ausencia. Pero Frígilis, que tiene cierta influencia sobre don Álvaro, le obligó a darle palabra de honor de que al día siguiente tomaría el tren de Madrid. Parece ser que Quintanar tuvo en sus manos la vida de Álvaro; que pudo matarle de un tiro y no le mató.

Nos ofrecen un aspecto de las cosas, y aun este se halla limitado á la percepcion de la extension; pues en lo tocante á las demás sensaciones, mas bien experimentamos un hecho subjetivo que el instinto y la razon nos hacen atribuir á causas externas, que no percibimos la disposicion misma de los objetos.

Dios no es extenso; aquí se niega una propiedad; Dios no es el mundo; aquí se niega un individuo. Es evidente que para atribuir á un ser la infinidad absoluta, es necesario que tanto con respecto á propiedades como á individuos, no se niegue de él ningun ser propiamente dicho, con tal que la afirmacion del predicado pueda hacerse sin faltar al principio de contradiccion.

L. Tieck, en el prólogo á su traducción de Marcos de Obregón, da á esta tragedia singulares alabanzas y la prefiere á El médico de su honra; pero estimando en lo que merece el juicio de tan eminente crítico, y á pesar de todas las bellezas de la obra de Rojas, que confesamos, no podemos menos de atribuir la palma á Calderón.

9 de julio. Me encuentro triste y abatida, y no a qué atribuir esta situación. Acaso es producida por la ausencia de mi marido. En este miserable mundo, la cosa más insignificante hace cambiar la felicidad; nuestros cuerpos son en extremo impresionables...

Mas abajo del Ipané-miní, en 24 grados y 4 minutos, hallamos que la aguja miraba derechamente al norte: y no se puede atribuir á otra causa que á la cercania de algun mineral de fierro ó de piedra iman, de lo cual hay bastante en la jurisdiccion del Paraguay.

Se cree fundado atribuir las neuropatías del causticum á la atrofia nerviosa, y la clínica corrobora esta opinion: estas neuropatías son distintas de las del subcarbonato de cal que proceden de una atrofia plástica.

«¿Qué era aquello, Señor, qué era aquello?». ¿Por qué en día semejante, cuando su espíritu acababa de entrar en vida nueva, vida de víctima, pero no de sacrificio estéril, sin testigos, si no acompañado por la voz animadora de un alma hermana; por qué en ocasión tan importuna se presentaba aquel afán de sus entrañas, que ella creía cosa de los nervios, a mortificarla, a gritar ¡guerra! dentro de la cabeza, y a volver lo de arriba abajo? ¿No había estado en la fuente de Mari Pepa entregada a la esperanza de la virtud? ¿No se abrían nuevos horizontes a su alma? ¿No iba a vivir para algo en adelante? ¡Oh! ¡quién le hubiera puesto al señor Magistral allí! Su mano tropezó con la de un hombre. Sintió un calor dulce y un contacto pegajoso. No era el Magistral. Era don Álvaro, que venía a su lado hablando de cualquier cosa. Ella apenas le oía, ni quería atribuir a su presencia aquel cambio de temperatura moral, que lamentaba para sus adentros, en tanto que veía a las jóvenes y a las jamonas vetustenses coquetear en la acera, y en las tiendas deslumbrantes de gas. Don Álvaro opinaba lo contrario, que bastaba su presencia y su contacto para adelantar los acontecimientos. Para tener idea de lo que Mesía pensaba del prestigio de su físico, hay que figurarse una máquina eléctrica con conciencia de que puede echar chispas.

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