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Actualizado: 21 de julio de 2025


Y fue esta negación añadir llama a llama y deseo a deseo, porque, aunque pusieron silencio a las lenguas, no le pudieron poner a las plumas, las cuales, con más libertad que las lenguas, suelen dar a entender a quien quieren lo que en el alma está encerrado; que muchas veces la presencia de la cosa amada turba y enmudece la intención más determinada y la lengua más atrevida. ¡Ay cielos, y cuántos billetes le escribí! ¡Cuán regaladas y honestas respuestas tuve! ¡Cuántas canciones compuse y cuántos enamorados versos, donde el alma declaraba y trasladaba sus sentimientos, pintaba sus encendidos deseos, entretenía sus memorias y recreaba su voluntad!

¡Amigo! gritó ofendida. No, su enemigo. Y, por lo tanto, su papá le temía, ¿no es así? Fue esa razón la que lo indujo a insertar en su testamento esa imprudente cláusula. Entonces le referí la visita que la noche anterior nos había hecho Dawson, todo lo que nos había dicho y la atrevida actitud desafiadora que había adoptado con nosotros. Suspiró, pero no pronunció una sola palabra.

Esta que no halla mal que le suceda, Ni le teme atrevida y arrogante, Prodiga siempre, venturosa y leda: Es la que con disignio extravagante Dió en crecer poco á poco hasta ponerse Qual ves en estatura de gigante. No dexa de crecer por no atreverse A emprender las hazañas mas notables, Adonde puedan sus estremos verse.

Acaso sea atrevida y candorosa esperanza creer en un aceleramiento tan continuo y dichoso de la evolución, en una eficacia tal de vuestro esfuerzo, que baste el tiempo concedido a la duración de una generación humana para llevar en América las condiciones de la vida intelectual, desde la incipiencia en que las tenemos ahora, a la categoría de un verdadero interés social y a una cumbre que de veras domine.

Hasta se atrevió a emplear una metáfora tan nueva como atrevida, comparando el suicida, al desertor que abandona su puesto sin permiso de su cabo. El auvernés, que no había tomado nada en las últimas veinticuatro horas, parecía bien aferrado a su idea. Permanecía inmóvil y terco ante la muerte, como un asno ante un puente.

No era lo peor esto, sino que la niña, tan apagada de genio, tan tímida y silenciosa ordinariamente, sólo con él era atrevida y desenfadada, autorizándose bromitas más o menos inocentes, respuestas y gestos bruscos que mostraban bien claro que no le tomaba en serio.

La señorita Guichard avanzó hacia él atrevida, amenazadora y llegada ante el lienzo, con la cabeza trastornada por la cólera, los labios apretados para no estallar en injurias, levantó su sombrilla con actitud furiosa é iba á golpear á su enemigo cuando una mano la detuvo, al mismo tiempo que una voz decía: Pero, señora, ¿qué hace usted?

El anteojo cayó de las manos del fraile; se golpeó la frente, tuvo un momento de recogimiento, se secó el rostro inundado de sudor, hizo un esfuerzo sobre mismo como para tomar una resolución atrevida, y dirigiéndose al comandante de la tartana, que parecía aún absorto en su amoroso ensueño, exclamó: ¡Réprobo... renegado... condenado... apóstata, excomulgado... hijo de Satanás... brazo derecho de Belcebú!...

Pero la ojeada atrevida de una de aquellas beldades que danzaban ante las tres repúblicas y el beso que le envió con la punta de los dedos hicieron que Maltrana reconociese de pronto su rostro oculto tras los rizos ondulosos y la capa de colorete y polvos de arroz. ¡Cristo! ¡Si es el steward de mi camarote!...

Entre tanto, y todo esto fue en menos tiempo que el que yo empleo en decirlo, la mencionada mano libre se hizo atrevida; pero contra todo atrevimiento son valladar y estorbo los bríos del alma, y estos valieron bien a la gallarda vencedora. Al sentir el insolente contacto, el rubor tino sus mejillas; brillaron como ascuas sus ojos, la ira trocó en espantosa su linda cara.

Palabra del Dia

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