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Actualizado: 16 de junio de 2025
En los lugares donde se ha establecido al presente, sobre un espacio considerable de leguas, el abominable sistema de palizadas ó de troncos atravesados, se podian construir terraplenes ó calzadas de piedra; y á fin de impedir que, acequiándose estas con el pasage continuo de las bestias, se llenasen de aguas llovedizas, darles una forma convexa y abrir una pequeña sanja á cada lado para el derrame de aquellas, como se practica en la construccion de caminos reales en toda Europa.
Vestía una blusa gris adornada de trencillas negras, calzones obscuros y raídos, con grueso refuerzo de paño en la entrepierna, y unas polainas de cuero resquebrajado por el sol, la lluvia y el lodo. Bajo la blusa, el vientre parecía hinchado por los aditamentos de una gruesa faja y una canana de cartuchos, a la que se añadían los volúmenes de un revólver y un cuchillo atravesados en el cinto.
Los inmensos espacios de terreno pantanoso, sobre los que se colocaban algunos troncos atravesados para facilitar la circulacion, eran sobre todo los tránsitos de peligro, porque donde llegaba á faltar un tronco caia luego la pobre mula, quebrándose la pierna, ó sumiéndose hasta los encuentros en el profundo lodazal.
Aquella cadena de montañas, unas azulosas, otras brillantes por sus nieves, tenian uña majestad arrobadora que yo, con mi corazón de Colombiano, comprendía perfectamente y contemplaba con amor. Pero al pié veía la vasta ciudad, cuya cabeza es una inmensa roca y cuyas arterias son los dos hermosos rios, atravesados por quince ó diez y seis puentes, que son como las venas ligadoras.
En la sala se produjo una confusión espantosa: todos gritaban, todos estaban en movimiento, y los señores alcaldes, que se vieron venir sobre ellos á Juan Morán, saltaron de sus sillones y detrás de los asientos muy agazapados procuraron esconderse llenos de terror, pues todos se veían ya atravesados por el acero del bravo.
Con esto, amiga de chismes, de meterse en líos y enredar a la gente; caminaba con desgaire atroz, a la manera del papagallo, los pies atravesados y a pasos menudos; su voz era chillona y de timbre antipático, tan estridente, que se metía en el oído y allí se estaba vibrando sobre el tímpano, como insufrible chicharra, hasta total aturdimiento... ¿He dicho que se comía las uñas? ¿sí? pues, ya está hecho el retrato de la señorita Angela Esteven.
Antes de llegar a Urbia, a un lado y a otro, se veían casas de campo derrumbadas, fachadas con las ventanas tapiadas y rellenas de paja, árboles con las ramas rotas, zanjas y parapetos por todas partes. Martín entró en Urbia. La casa de Catalina estaba destrozada; con los techos atravesados por las granadas, las puertas y ventanas cerradas herméticamente.
Y en aquella ciudad ¿quién no sabía que cuando había una libertad en peligro, un periódico en amenaza, una urna de sufragio en riesgo, los estudiantes se reunían, vestidos como para fiesta, y descubiertas las cabezas y cogidos del brazo, se iban por las calles pidiendo justicia; o daban tinta a las prensas en un sótano, e imprimían lo que no podían decir; se reunían en la antigua Alameda, cuando en las cátedras querían quebrarles los maestros el decoro, y de un tronco hacían silla para el mejor de entre ellos, que nombraban catedrático, y al amor de los árboles, por entre cuyas ramas parecía el cielo como un sutil bordado, sentado sobre los libros decía con gran entusiasmo sus lecciones; o en silencio, y desafiando la muerte, pálidos como ángeles, juntos como hermanos, entraban por la calle que iba a la casa pública en que habían de depositar sus votos, una vez que el Gobierno no quería que votaran más que sus secuaces, y fueron cayendo uno a uno, sin echarse atrás, los unos sobre los otros, atravesados pechos y cabezas por las balas, que en descargas nutridas desataban sobre ellos los soldados?
Dicha carretera pasa por el Donon, a dos leguas de aquí, a la derecha. Lo primero que hay que hacer es fortificarse allí poderosamente, en el sitio más adecuado para la defensa, es decir, en la meseta, y cortar la carretera, destruyendo los puentes y llenándola de obstáculos. Varios centenares de árboles grandes, atravesados en un camino con sus ramas y hojas, valen como murallas.
Empotrados en ambas paredes laterales del presbiterio, hallábanse los nichos cubiertos con sendas placas de alabastro, grabados con largos epitafios; y más de una vez, desde que empecé a leer, me distraje durante la Misa o el Rosario, procurando descifrar aquellos letreros, para mí atravesados e inintelegibles.
Palabra del Dia
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