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Actualizado: 8 de junio de 2025
Un tal Maravillas: algunas veces anda por aquí, para que crean las gentes que estudia en el gran libro de la naturaleza: es filósofo y ateo. ¡Jesús! Sí, señora: un chico atroz. Ahora le trae al retortero la idea de publicar un periódico, y no acaba de publicarle. ¡Con qué sonrisilla nos mira!...
Paco Vegallana había hecho beber al ateo, sin que este lo sintiera, más de lo que la justicia manda. No estaba borracho, pero se sentía mal y a su pesar encontraba cierto deleite en oír aquellas escenas escandalosas que en otra ocasión le hubieran indignado.
No importaba que Mourelo gritase en todas partes: Pero si no fue él, si fue un arranque espontáneo del ateo.... Si así hacen todos los espíritus fuertes cuando les llega su hora....
El Magistral protestó en vano: «Aquella sociedad la había fundado un ateo, era enemiga de la Iglesia...». No hay tal gritó desde la puerta Visita ; si así fuera, no figuraríamos nosotras como damas agregadas. Yo lo soy advirtió la de Páez por empeño de esta que convenció a papá.
No es raro saber en Bogotá que tal caballero, liberal exaltado, ateo y casi anarquista, tiene sus hijos en la escuela de Carrasquilla o en la de Mallarino, dos conservadores marca Felipe II. «¡Qué quiere usted! ¡Las mujeres!...», dicen.
Cuando concluyeron, dijo a esta que había dado orden en el escritorio de que le entregaran el sobrante de su cuenta personal, con cuya noticia su puso la fundadora como unas castañuelas, y no pudiendo contener su alegría, se fue derecha a él, y le dijo: «¡Cuánto tengo que agradecer a mi querido ateo de mi alma!
Y además estaba sujeta a una deuda que mal se podría enjugar con lo que ella valía. Estaba fresca Anita. Ni rico había sabido hacerse el infeliz ateo. ¡Perder el alma y el cuerpo, el cielo y la tierra! Negocio redondo. Pero, en fin, a lo hecho pecho. Había echado sobre sus hombros una carga bien pesada: mas ¿quién no tiene su cruz? Ana tardó un mes en dejar el lecho.
Sin embargo, es bien que se sepa al propio tiempo que no soy ateo ni participo de las ideas materialistas del siglo en que vivimos, las cuales he combatido en verso varias veces. Soy idealista, y protesto con todas mis fuerzas contra el grosero naturalismo. Además, a un poeta lírico no le sienta mal nunca un poco de religión.
Era tan original y rebelde que todos le decían «el ateo Shelley», o «el loco Shelley». A los dieciocho publicó su poema de la Reina Mab, a los diecinueve lo echaron del colegio por el atrevimiento con que defendió sus doctrinas religiosas; a los treinta años murió ahogado, con un tomo de versos de Keats en el bolsillo.
Don Álvaro quería que el ateo volviese al Casino, hacía falta aquel refuerzo a los que se empeñaban en deshonrar al Magistral. Foja y Joaquinito Orgaz, que capitaneaban la partida de los murmuradores, propusieron a don Álvaro que fuera una comisión a buscar a don Pompeyo para restituirlo al Casino, «de donde nunca debió haber salido». Se celebraría la restauración de Guimarán con una buena cena.
Palabra del Dia
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