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Actualizado: 17 de mayo de 2025
El hombre dominado por una preocupacion no busca ni en los libros ni en las cosas lo que realmente hay, sino lo que le conviene para apoyar sus opiniones. Y lo mas sensible es, que se porta de esta suerte, á veces con la mayor buena fe, creyendo sin asomo de duda que está trabajando por la causa de la verdad.
En vano aguardó largo rato: la voz fue haciéndose apremiante, con graciosos temblores de impaciencia, pero sin aproximarse más. Febrer se asomó a la puerta y vio a la muchacha al pie de la escalera, algo empequeñecida por la distancia, con hinchada falda azul y un sombrero de paja del que pendían cintas a flores.
Algunos instantes después, como si se hubiera acordado de algo, se animó, y con los ojos brillantes se asomó a la ventana: acechaba a su madre. Permaneció asomado a la ventana una hora entera. Muchas veces creyó divisar detrás de la esquina la gorra de piel, los ojos terribles y el pálido rostro maternos. Se disponía ya a lanzar un grito de horror, cuando la visión desapareció.
Su frase de despedida era siempre la misma: «¡Una noche me quedo!». Ella le recibía con la sonrisa en los labios, fina, cortés, sin asomo de desconfianza, completamente segura de que aquel perdido era inofensivo. ¿Ni cómo sospechar de él, si una de las cosas que hizo fue aumentarle considerablemente la renta en tres o cuatro operaciones bursátiles.
Bautista se encaramó sobre los hombros de Martín, y luego, viendo que se podía subir sin dificultad, escaló la muralla hasta lo alto. Asomó la cabeza y viendo que no había vigilancia saltó encima. ¿Nadie? dijo Martín. Nadie. Sujetó Bautista la cuerda con un lazo corredizo en un ángulo de un torreón, v subió Martín a pulso, con el palo en los dientes.
Aquella melancolía atacaba a la Tribuna desde que no alimentaba su viva imaginación con espectáculos políticos y desde que al bullicio de la Unión del Norte sucedió la habitual y uniforme vida obrera de antes, sin asomo de conspiración ni de otros romancescos incidentes. Por distraerse, habló más con Ana de amoríos y menos de política. Ana se prestaba gustosa a semejantes coloquios.
Nosotros no giramos lo que usted, amigo Goycochea: seis millones por año nada más, pero la ropa blanca es artículo que deja más que otros. Yo voy a Europa con frecuencia, visito a nuestros proveedores de Hamburgo, Milán y París, me entero de las novedades, y cada cinco o seis años me asomo a España y vivo en mi pueblo por unos días.
Ya que se hubo vestido nuestro joven, con no poco trabajo y dolor de su alma, se asomó a la ventana. En vez de tropezar su vista con los balcones de la casa de enfrente, pudo derramarla a su buen talante por el magnífico paisaje que había contemplado el día anterior. La rectoral estaba más alta que el pueblo, dominándolo perfectamente, y lo mismo al valle.
Se detuvo en la esquina, aguardó algunos momentos y al cabo repitió en voz más alta el estribillo: No llores, niña, no llores, no; no llores, niña, que aquí estoy yo. Chirrió un balcón; se asomó una cabeza. ¡Nolo! ¡Demetria! Da la vuelta á la esquina y arrímate á esa ventana de rejas. El joven hizo como se le mandó. Entró en la estrecha callejuela y se acercó á la ventana.
Era seguro que el Marqués acabaría su vida en la miseria. ¿Qué sería entonces de su hija doña Luz, huérfana, sin amparo y sin recursos? Lo peor era que la Condesa no podía socorrer a su hija mientras su marido viviese. Antes de que el Conde hubiese tenido el más leve indicio de su culpa, la Condesa había gozado de un asomo de independencia y libertad.
Palabra del Dia
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