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El conde sonrió con un menosprecio de artista al recordar al jefe de la Intendencia encargado del saqueo oficial. «¡Qué asno!... Pensar que esto lo ha dejado por viejo y feo...» Luego miró de frente al dueño del castillo. Señor Desnoyers: creo no cometer ninguna incorrección, y hasta me imagino que interpreto sus deseos, al manifestarle que estos muebles me los llevo yo.

Hicimos mas de 400 grandes y redondos broqueles, de los cueros de las ovejas de Indias, que llaman huanaco: es tan grande este animal como un mulo mediano, color azul, y no pati-tendido; en lo demas semejante al asno, y es buena comida. Tiene la piel de medio dedo de grueso, y hay muchos en esta provincia.

Llegóse a él, en esto, un mozo, y dijole al oído: Galán, si busca bestia cómoda para el oficio de aguador, yo tengo un asno aquí cerca, en un prado, que no le hay mejor ni mayor en la ciudad; y aconséjole que no compre bestia de gitanos, porque aunque parezcan sanas y buenas, todas son falsas y llenas de dolamas; si quiere comprar la que le conviene, véngase conmigo y calle la boca.

Yo no me atrevo á creer que ese pueblo, hoy en toda la lozanía, crecimiento y vigor de su mocedad, pretenda lucirse haciendo el feo papel de sacudir la coz del asno contra el león que juzga moribundo.

dijo Avendaño , mi compañero Lope Asturiano servirá de traer agua como un príncipe, y yo le fío. #Enjaezó# Carriazo el asno, y subiendo en él de un brinco, se encaminó al río, dejando a Avendaño muy alegre de haber visto su gallarda resolución.

Cortada, pues, la cólera, y aun la malenconía, subieron a caballo, y, sin tomar determinado camino, por ser muy de caballeros andantes el no tomar ninguno cierto, se pusieron a caminar por donde la voluntad de Rocinante quiso, que se llevaba tras la de su amo, y aun la del asno, que siempre le seguía por dondequiera que guiaba, en buen amor y compañía.

Me parece que debe usted sentir dejar esta hermosa vida, le dije yo con el aire del más grande interés. J. JANIN, «El asno muerto». Una numerosa multitud llena la plaza y las ventanas, los balcones y los tejados de las casas de la misma: las murallas y hasta las fortificaciones, han sido también invadidas por la multitud.

Junto a él estaba Sancho Panza, que tenía del cabestro a su asno, a los pies del cual estaba otro rétulo que decía: Sancho Zancas, y debía de ser que tenía, a lo que mostraba la pintura, la barriga grande, el talle corto y las zancas largas; y por esto se le debió de poner nombre de Panza y de Zancas, que con estos dos sobrenombres le llama algunas veces la historia.

-Una no más quiero que me escuches, ¡oh valeroso don Quijote! -dijo entonces Altisidora-; y es que te pido perdón del latrocinio de las ligas, porque, en Dios y en mi ánima que las tengo puestas, y he caído en el descuido del que yendo sobre el asno, le buscaba. ¿No lo dije yo? -dijo Sancho-. ¡Bonico soy yo para encubrir hurtos!

El barbero, que, tan sin pensarlo ni temerlo, vio venir aquella fantasma sobre , no tuvo otro remedio, para poder guardarse del golpe de la lanza, si no fue el dejarse caer del asno abajo; y no hubo tocado al suelo, cuando se levantó más ligero que un gamo y comenzó a correr por aquel llano, que no le alcanzara el viento.