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Actualizado: 8 de julio de 2025


Poca importancia tiene el episodio, mas como en Velázquez todo es interesante, he aquí lo que cuenta Martínez de un caso que allí le sucedió: «Estando Diego Velázquez en esta ciudad de Zaragoza, asistiendo a S. M., de gloriosa memoria, le pidió un caballero que le hiciera un retrato de una hija suya muy querida: hízolo con tanto gusto que le salió con grande excelencia; al fin como de su mano: hecha que fue la cabeza, para lo restante del cuerpo, por no cansar a la dama, lo trajo a mi casa para acabarlo, que era de medio cuerpo: llevolo después de acabado a casa del caballero; viéndolo la dama le dijo que por ningún caso había de recibir el retrato: y preguntándole su padre en qué se fundaba, respondió; que en todo, no le agradaba, pero en particular que la valona que ella llevaba, cuando la retrató era de puntas de Flandes muy finas». Razón tenía Jusepe Martínez para decir que haciendo retratos «se sujeta un hombre a oír muchas simplicidades e ignorancias

El llevaba un nombre francés, tenía sangre francesa, y lo que hacían aquellos gringos que las más de las veces le parecían ridículos y ordinarios era digno de agradecimiento. ¡Los subditos del kaiser festejando la gran fecha de la Revolución!... Creyó estar asistiendo á un gran suceso histórico.

El resultado fué que desde aquel día Gabino Maza, Delaunay, don Roque, Marín y otros tres o cuatro socios más, se retiraron del Saloncillo. Don Pedro Miranda siguió asistiendo con largos intervalos de ausencia. Esto hacía presumir a los tertulios restantes y a los redactores del Faro que no podía contarse con él, y que no tardaría mucho en caer del lado contrario. Como sucedió en efecto.

El alcalde don Roque, que desde tiempo inmemorial venía asistiendo a la tienda de la Morana en compañía de don Segis el capellán de las monjas Agustinas y don Benigno el coadjutor de la parroquia, y se bebía en el transcurso de la noche, de cuatro a ocho vasos de vino de Rueda, según las circunstancias, no pudo sufrir el hogar doméstico más de tres días y salió también a la calle.

Con esta orden y sus títulos se presenta en el pueblo, y el cura que cesa le hace entrega formal del curato, libros, iglesia, sacristía y ornamentos. Asistiendo a todo el cabildo y administrador, reconocen si los ornamentos y alhajas de la iglesia están cabales, según el primer inventario, anotando lo que deben anotar, y dan parte de la ejecución al inmediato superior.

Como recuerdos de un poema heroico leído en la juventud con entusiasmo, guardaba en la memoria brillantes cuadros que la ambición había pintado en su fantasía; en ellos se contemplaba oficiando de pontifical en Toledo y asistiendo en Roma a un cónclave de cardenales. Ni la tiara le pareciera demasiado ancha; todo estaba en el camino; lo importante era seguir andando.

Su asombro iba creciendo cada vez que la señora de la casa tomaba la palabra. Todo lo que oía y veía era tan estrambótico que le parecía no estar en la realidad, sino asistiendo ya a la comedia. El gabinete iba quedando en tinieblas. Doña Fredes dio orden de que se encendiesen las luces y que se iluminase también el salón donde se había colocado el escenario.

Nunca le hablaba de aunque mi pena egoísta transpiraba a través de todas mis palabras; pero su manera de vivir por misma constituía un ejemplo más edificante que muchas lecciones. Cuando estaba yo muy fatigado, muy desanimado, muy humillado por alguna nueva cobardía, iba a él y observaba su vida, como se va a tomar idea de la fuerza física asistiendo a un asalto de luchadores. No era feliz.

Jueves á quinze, dia del Corpus, se hizo la procesion general del Santissimo Sacramento... Por la tarde se representaron los autos de los Carros á la puerta de Palacio, asistiendo sus Magestades y Altezas á vellos en una ventana baja, que está junto á la puerta principal: y el Príncipe de Gales, por gozar mejor de la vista de la Infanta, no estuvo en ventana, sino en un coche con el Duque de Boquingam y otros caballeros, cerradas algo las cortinas frontero del tablado y de la ventana de Sus Magestades, donde pudo gozarlo todo

Todavía se defendió, pero en retirada, negando mi cariño, para verme afirmarlo cada vez con más brío. ¡Si ella pudiese ir! ¡Qué feliz sería asistiendo a mi triunfo! Pero no había que pensar en ello siquiera.

Palabra del Dia

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