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Actualizado: 1 de junio de 2025


Por otra parte, ¿de qué había de hablar en aquella ocasión un mozo sin historia, a dos mujeres que estaban interesadas en conocer hasta su modo de dormir? ¡Vaya si les iba cautivando la atención! Tenía que leer la cara de la marquesa, particularmente cuando el relatante expuso el plan de su malograda novela y apuntó las dudas que le asaltaron en lo más interesante.

Bien pronto la variedad amena del camino divertió á la condesa de los tristes recuerdos que le asaltaron á la vista de su antigua morada. La garganta por donde caminaban era estrechísima. Formábanla dos enormes montañas calizas cortadas verticalmente, de suerte que era tan estrecha por arriba como por abajo.

En el vestíbulo le esperaban dos postulantes y apenas apareció el decaído personaje, le asaltaron y allí mismo le dieron la lata, como fastidiosos mendigos. Con impaciencia, tomó apunte en su cartera del nombre, de la pretensión y del fiador de cada uno. Pierdan ustedes cuidado, que yo haré todo lo posible, y hablaré al doctor Eneene; precisamente, ahora voy al Ministerio.

Aguardó un rato en espantosa lucha, hasta que le asaltaron ideas alarmantes como esta: «Si ahora baja y me ve aquí...». Y salió escapado por la calle adelante sin atreverse ni a mirar hacia atrás. La tentativa del tercer día no tuvo mejor éxito, y aburrido al fin y desconcertado, resolvió expresarse con su mujer por medio de una carta.

Llegaron a la gran capital de la república francesa en una mañana nebulosa y turbia, y los asaltaron en la estación innumerables comisionados de las fondas, señalando cada cual al respectivo ómnibus, y pugnando por llevarse consigo a la gente.

Su primer impulso fue estrellarla contra el suelo y romperla para sacar el dinero; y ya la tenía en la mano para consumar tan antieconómico propósito, cuando le asaltaron temores de que su tía oyera el ruido y entrase y le armara un cisco. Acordose de lo orgullosa que estaba doña Lupe de la hucha de su sobrino.

Entre esos fuegos blancos y fijos, se destacaba sobre el escollo central la claridad rojiza de Cordouan que, cada minuto, indica el paso. Por un esfuerzo desesperado logró pasar la embarcación, pero fué todo. El viento, las olas, la corriente, la asaltaron en Saint-Palais: la benéfica trinidad de los tres fuegos reflejaba en aquel sitio.

Miró un rato la luz, y bebiéndola con los ojos, otras ideas le asaltaron.

No obstante, ciertas particularidades que en un principio le entretenían y divertían su imaginación, comenzaron a afligirle, y graves dudas asaltaron su conciencia.

Llegó la noche medrosa y sombría. En aquella soledad asaltaron a Plácido mil ideas tristes. Los recuerdos de la niñez surgieron en su mente con claridad extraña. Recordó que, seis años hacía, le habían arrojado de otro asilo con severidad y dureza harto diferentes.

Palabra del Dia

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