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Otros, al sentir el contagio de este pánico, habían huído igualmente, temiendo conocer los mismos horrores... Vió madres con sus pequeños en los brazos; ancianos doloridos que sólo podían avanzar con una mano en el bastón y otra en el brazo de alguno de su familia; viejas arrugadas é inmóviles como momias, que dormían y viajaban tendidas en una carretilla.

Entre la gente más sencilla de aquellos buenos colonos se reunió una pequeña suma, por medio de la cual la haraposa Melisa pudo vestir la ropa de la decencia y de la civilización, y con frecuencia un rudo apretón de manos y palabras de franca aprobación y confortamiento de alguna de esas figuras arrugadas, groseras y vestidas con la encarnada camisa, hacían acudir el rubor a las mejillas del joven maestro y le obligaban a pensar si eran del todo merecidos los plácemes y tributos que se le prodigaban.

Donde quiera se multiplican los mas románticos grupos de colinas, faldas arrugadas, ramblas hondísimas y cavernosas y empinados peñascos, en medio de los cuales, al estruendo de numerosas cascadas, á la sombra de bosques vírgenes de abetos y en el fondo de lindas praderas en miniatura, demoran algunas pobres aldeas en las mas pintorescas situaciones.

Allí estaban las jardineras: hermosas unas, con la esplendidez de las vírgenes morenas; viejas y arrugadas otras, con esa fealdad de bruja que es final rápido e inesperado de la belleza de las razas meridionales. Acostumbradas todas ellas a la vida común con las flores, tratábanlas con confianza ruda y desdeñosa.

Galvanizados por las sonrisas, se erguían, pasaban una mano por sus arrugadas franelas, enviaban besos, intentaban recobrar su apostura de los tiempos en que no eran soldados... De pronto, uno de ellos olvidó á las mujeres para fijarse en mi, que también les saludaba con mi sombrero, dando vivas. Era una especie de diablo rojo y amargo.

Los dos amantes siguieron el camino a lo largo del tercer depósito, haciendo crujir bajo sus pies el polvo de carbón que ennegrecía el suelo. Pasaban hacia Madrid mujeres astrosas con niños dormidos en sus brazos; viejas arrugadas y negras como brujas, con pucheros destinados a recibir el rancho de San Bernardino.

Destacan en la negrura la mancha blanca de la calva y los trazos de la blanda gorguera; sus mejillas están secas, arrugadas, y sus ojos, puestos en anchos y redondos cajos, miran con melancolía a quien frente por frente a él va embujando palabras en las cuartillas.

El patriarca se acercó a Amparo; sus mejillas arrugadas y marchitas tenían a la sazón sonrosados los pómulos. Gracias, hijas... tartamudeó cabeceando senilmente . Gracias, ciudadanas.... Acércate, tribuna del pueblo... que nos una un santo abrazo de fraternidad.... ¡Viva la tribuna del pueblo! ¡Viva la Unión del Norte!

Los marineros lloraban en silencio, con una emoción tan honda que compadecía. Era extraño ver correr las lágrimas por esas caras encallecidas y percudidas por el sol, el viento y la lluvia, arrugadas por el tiempo, las fatigas y los peligros, y cuya expresión ordinaria era la indiferencia.

Y en el acto se lo dio en sus secas y arrugadas mejillas. A no se me seduce con besitos, niñas repuso el viejo vacilando entre el rigor y la tolerancia . Cada una a su puesto, a leer, a coser. Asuncioncita de todos los demonios, ¿qué descaro es ese? Calle usted, so bruto dijo Asunción con muchísima sal. Si es un animal añadió Presentación dándole un sopapo con su suave manecita.