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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Ya no sabía en qué pensar, y entregaba el discurso a lo primero que se me entraba por las mientes. »Una noche, por remate de la larga cadena de ideas incongruentes que había estado arrastrando, di en una bien extraña ocurrencia: la de hacer una imaginaria excursión por los interiores entenebrecidos de mi propia casa. ¡Qué grande era para la poca gente que la habitábamos!

Cuando ella se vincula con otra impresión; has estado en el teatro cien veces, habrás oído veinte o treinta óperas; pero sólo una mínima parte de éstas tendrá poder evocador en tu espíritu: las que estén vinculadas a sensaciones de otro orden. ¿Qué están diciendo ustedes de la música? preguntó Ricardo, que se aproximó arrastrando un grueso sillón de paja, en el que se sentó.

Además, esta última parte de la fiesta, hasta que la Macarena entraba en San Gil, cerca ya de mediodía, era la más penosa. Las gentes que se levantaban de dormir, frescas y tranquilas, burlábanse de los encapuchados, ridículos a la luz del sol, arrastrando la embriaguez y las suciedades de la noche.

Paris tira el primero, pero Menelao se lo lleva arrastrando, cuando Venus le desata el casco de la barba, y desaparece con Paris en las nubes.

Sólo ve ante él largos años de espera y de oculta miseria, sobrellevada con dignidad, hasta que un ascenso le proporciona unos cuantos duros más al mes. Ustedes sufren arrastrando esta vida de proletarios de la espada, y la nación productora se queja viéndoles inactivos, y olvida otros gastos superfluos para fijarse únicamente en los militares.

Para aplastar sin miedo, de frente, sin clemencia, la sierpe que envenena tu mísera existencia, arrastrando la muerte, nos tienes, patria, aquí. La madre idolatrada, la esposa que adoramos, el hijo que es pedazo de nuestro corazón, por defender tu causa todo lo abandonamos: esperanzas y amores, la dicha que anhelamos, todos nuestros ensueños, toda nuestra ilusión.

¡Es verdad! repetía el zapatero, poniendo en sus palabras toda la amargura de aquella vida de miseria que venía arrastrando con una familia cada vez mayor, y sin otro auxilio que el trabajo ineficaz. Sagrario callaba, no comprendiendo muchas de las afirmaciones de su tío, pero las acogía todas como buenas, por ser de él, sonando en sus oídos cual música deliciosa.

El amigo de los botones de áncora iba a responder, cuando un rumor, al principio lejano y en seguida más próximo, lo impidió; se distinguía una voz de hombre tímida y suplicante, y una voz de mujer agria y regañona. ¡Grandísimo embustero, te voy a confundir! dijo ella al entrar, con las ropas en desorden y arrastrando a un jovencito de unos quince años.

Y llega él también, fatigado, enfermo, moribundo casi, y se sienta en la altura a descansar, satisfecho del triunfo... Mas he aquí, que se oye un gran estruendo y la fortaleza se derrumba, falta de cimientos, arrastrando a los que subieron con alas y al que subió paso a paso. ¡Y en el campo de la catástrofe, la fiera escarba y se ceba!

En medio de la noche se levantarían para las faenas urgentes; aquellas llanuras serían un paraíso, y cada pobre tendría su casita, y los lagartos no irían arrastrando su lomo rugoso y polvoriento días y días sin tropezar con una vivienda humana. Rafael oponía reparos a los ensueños del viejo.

Palabra del Dia

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